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Casa Benjamín, icono de Denia

Casa Benjamín, icono de Denia

el descubridor ·

Un longevo local de la Marina Alta reinventado con gran éxito

EL DESCUBRIDOR

Jueves, 23 de septiembre 2021

A veces, al potencial cliente de la gastronomía valencilana le aguarda un milagro. Ocurre cuando deja que sus pasos le lleven a través de las caminatas azarosas propias del verano y repara entonces en la elegante tipografía de un local que sale a su encuentro: en su paseo por Denia, acaba de cruzar Marqués del Campo y de camino a la calle Loreto deja que la noche haga su magia. Una brisa sacude los veladores de un prometedor local; dentro aguarda la promesa de un bar como los de antes. Casa Benjamín, icono de Denia.

Habrá que matizar esta afirmación: conviene hablar más pertinentemente de neoicono, porque en su actual fisonomía este templo del paladar acumula apenas unos leves cuatro años. Hasta el 2017 vivió una larga biografía, que arrancó en los albores del siglo pasado y consolidó su reconocida fama como tasca, etiqueta que no tiene nada de peyorativo. Al revés, Casa Benjamín honra ese linaje porque la tipología de tasca, tan celtibérica, se entroniza entre sus muros ofreciendo lo que ese potencial cliente del primer párrafo iba buscando por la noche de Denia y ni siquiera sabía lo que quería. Por ejemplo, una mesa en el interior, ubicada en la parte del local ganado al inmueble vecino, donde Casa Benjamín extiende su jurisdicción con la misma clase que en el local original, pared con pared. Comunicado por un pasadizo en cuya pared aparecen retratados unos cuantos prohombres del vino valenciano de visita en esta casa.

Porque ocurre que Casa Benjamín milita en esa panoplia de locales que homenajea al vino como primer mandamiento de su longeva existencia. Lo atestigua no sólo esa pared mencionada sino los otros muros donde duermen centenares, miles de botellas, seleccionadas con primoroso gusto y buen olfato para que el resultado sea representativo no sólo de la calidad de los vinos autóctonos sino también de otras denominaciones españolas. Su propio vino de la casa, un blanco macabeo que se despacha por copas, sirve como bandera de ese propósito: encumbrar los vinos.

La carta de bocados está también a la misma elevada altura, organizada para una cena tan informal como de enjundia: platos clásicos del recetario mediterráneo, reinterpretados para que se adapten a las exigencias del consumidor contemporáneo, con predominio del producto y guiños constantes al cercano puerto. Del Mediterráneo a la mesa saltan unos chipirones que se ofrecen encebollados en su salsa negra, de excelente factura, tan primorosa como el resto de frutos del mar que pueblan las mesas. Y en los fogones habita una buena mano para otra de las entradas estelares, sus cocas, presentadas en distintas encarnaciones. Platos desenfadados de excelente ejecución, que se tarifan a una escala comedida y se presentan adornados por el otro gran atributo de esta casa: su excelente servicio.

Una tropa de camareros que parece la Sinfónica de Berlín: armónica, elegante y discreta. Como en la barra se tira muy bien la caña, sus panes son exquisitos (un elemento que pasa a menudo demasiado desapercibido y suele valer como termómetro de todo local) y su elegante alioli devuelve a quien lo prueba el añorado sabor de cierta infancia feliz queda confirmada la calidad de la casa y justifica el éxito de público que se apiña ante la puerta esperando una mesa. Esa fila de potenciales comensales que acuden en busca de su propio milagro y representan la mejor carta de presentación de toda casa de comidas: su envidiable reputación.

¿Resumen? Que el potencial cliente que abría estas líneas regresa feliz a la noche de Denia: ha cenado como nunca. Porque en Casa Benjamín se come como siempre.

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