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Albarracín ya tiene suficientes motivos como para visitarla, al menos una vez en la vida. Si vas más, pues mejor, porque siempre hay rincones y ... épocas del año en el que este pueblo turolense muestra diferentes visiones. En tiempos veraniegos el sol aprieta, pero justamente en invierno puedes pasear por sus calles durante las horas centrales del día con un termómetro juguetón con los cero grados. Es en esos instantes cuando ves que a cerca de 35 personas parece que les corre prisa por entrar a un restaurante, pero realmente no es uno cualquiera. Pocas salas habrá en el mundo que casi se llene a las 13.15 horas para comer, con lo que nos gusta en España apurar la mañana y comer pasadas las 14 horas. Pero en este caso únicamente con entrar a la sala ya se comienzan a percibir sensaciones que después culminan con el resultado de la cocina. El chef valenciano Jordi Díaz triunfa en Albarracín con una cocina poderosa, y triunfa porque él y su equipo lo bordan durante todo el servicio.
El cocinero es de Xàtiva pero desde hace unos años sirve sus conocimientos culinarios en uno de los pueblos más bonitos de España. Sólo él sabe como conjugar la belleza del entorno con una cocina que no es de carta llamativa, sino de emplatado empoderados. Ensaladas, carpaccios, jamón, queso o unos montaditos de escándalo sirven para abrir boca, para confirmar que no se ha entrado en una sala cualquiera. Sólo cerca de 35 personas disfrutan de este momento de gloria en un ambiente cálida, cuando en la calle la sensación térmica se hunde en los grados negativos.
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El Señorío de Albarracín, el restaurante de Jordi Díaz, es un lugar en el que un plato cualquiera puede ser un quebradero de cabeza para el paladar, por la cantidad de sensaciones y sorpresas que un simple bocado puede provocar. Como muestra un ejemplo: el torrezno es nacionalmente conocido. Actualmente se sirve en muchos sitios de cierto nivel, ya no es una tapa de fritanga, sino de señorío. ¿Y si a ese torrezno se le pone una base de mayonesa de kimchi y se espolvorea por encima una ralladura de limón? La cabeza estalla.
Pero por si fuera poco aún faltan los platos principales, en los que Jordi Díaz y su equipo juegan la carta de la carne a la perfección. Bordando la excelencia, las caras de otros clientes, de diferentes lugares de España, confirman sus expectativas: los platos no van escasos de cantidad y eso siempre se agradece. Un puré mantequilloso, unas chuletas en su punto y todo bajo un toque de sabor que no parece fruto de la casualidad.
El chef tiene a varios valencianos en su equipo, y al final la terreta siempre tira, aunque en este caso Jordi Díaz ha sabido camelarse a cualquier comensal que entra a su sala a una hora relativamente temprana. No importa. Hay ganas de que empiece el servicio; hay ganas de disfrutar con cada bocado. Albarracín no necesitaba más motivos para ir, pero el setabense Jordi Díaz aparece como un emblema más que hace que gastronomía y turismo vayan de la mano y de bocado en bocado.
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