Reflexiones a mitad de partido
el sitio de mi recreo ·
Esta temporada podría ser calificada como la del 'carpe diem', con un cliente reflexivo e incluso conciliador y disfrutónel sitio de mi recreo ·
Esta temporada podría ser calificada como la del 'carpe diem', con un cliente reflexivo e incluso conciliador y disfrutónHoy en el patio de 'El sitio de mi recreo' me he sentado a la orilla del mar a pensar y reflexionar sobre esta temporada estival tan incierta, agotadora, impredecible y tremendamente rara, pero que muy rara.
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Tal vez los cuerpecillos de los profesionales de la sala no estén demasiado entrenados debido al tiempo de inactividad. Tal vez los ánimos, el espíritu y las voluntades anden distraídas. A lo mejor es que la edad me empieza a pesar, pero esta temporada está siendo realmente distinta a otras muchas ya vividas y trabajadas.
Este verano, por avatares profesionales, estoy liderando un maravilloso proyecto en una cala paradisíaca enmarcada en un hotel muy premium. Un proyectazo que me está haciendo reflexionar a diario sobre lo gratificante y maravilloso que es mi trabajo. Un trabajo intenso, muchas veces agotador, pero ya les digo, esta temporada me gustaría calificarla por la del 'carpe diem' y por la del cliente reflexivo e incluso conciliador y disfrutón.
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Está claro que todos venimos de montañas rusas de emociones y sentimientos. Hemos tenido al bicho cerca y nos ha privado de seres queridos, de encuentros alrededor de las mesas, de fiestas, de nuestros bares y restaurantes y, lo peor, de nuestros deseados abrazos. Y es por todo esto no vivido por lo que me parece un verano en el que vivir el momento. Todos queremos disfrutar más, agotar el penúltimo trago, volver a ver amaneceres en silencio, compartir de la mano atardeceres con la brisa del mar de fondo, pedir un vino un poco más caro y mejor del habitual: «hoy sí que pido jamón del bueno».
Es el verano del disfrute, tal vez por la incertidumbre de lo que puede venir o por la reflexión y la aceptación de lo que vino. Pero también es el verano de la calma, de los tiempos medidos, de la prisa justa y de la comprensión, de mucha comprensión. Me explico. Muchas veces el cliente estival es exigente y estresado, aunque esté de vacaciones, poco conciliador e incluso poco comprensivo con quienes trabajamos para ellos. Puede ser entendible o no, pero es una realidad que los que vivimos de servir, de servirles, constatamos año tras año.
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Este verano permitidme que os agradezca lo buenos clientes que estáis siendo; me perdonáis mis errores y me agradecéis mis aciertos. Tal vez viva en una quimera o que el parón pandémico haya vuelto mi espíritu más zen, pero de verdad que estoy disfrutando con mis clientes como hacía tiempo. Un disfrute mutuo, si quien nos sirve es feliz, hace felices a los clientes. Debe de ser recíproco, lo que damos es lo que recibimos muchas veces, aunque lo paguemos. Así que gracias a todos mis clientes por ese verano carpe diem.
Es también el verano de la ilusión renovada. Una ilusión veraniega basada en el pilar de un proyecto chulo y un equipo maravilloso.
Acabo, pero no puedo terminar sin agradecer a Bea, Carmen, David, Marcos, Tomás, María, el Sheriff Dani, Natalia, Jenny, Ana, Fanny, Irene, Merche, Mar, Riki, Jesús, Juan, Sergio, Pedro, Nico, Miguel, Alex, Luis, Clara, Rafa, Pau, Ainoa, David, Carles, Alfredo, Unay, mis italianos, Manolito… su paciencia, su buen hacer, su actitud, su compromiso, su alegría y el permitirme seguir creyendo en nuestra genial profesión. Hoy mis reflexiones van para vosotros, para todos.
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