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Las salas queridas

Las salas queridas

EL SITIO DE MI RECREO ·

Jueves, 2 de febrero 2023, 20:55

Desde la amistad, el cariño, la admiración y el agradecimiento eterno, hoy no podría titular mi reflexión semanal de otra forma que parafraseando el título del nuevo libro de mi querido Jorge Alacid: 'Los seres queridos', una maravillosa novela negra que se convierte en blanca de realidad y verde de esperanza. Gracias amigo por hacernos pensar, reflexionar, disfrutar y vivir nostalgias. Humildemente creo que al igual que los sabores nos trasladan en el tiempo y en el espacio, las buenas novelas como esta, nos hacen viajar, sentir y cómo no, vivir. Grande, Jorge.

Pues sí mis queridos lectores: hay salas felices. Y muy felices. Dejadme que desde la predepresión del frío enero, pueda compartir con vosotros un alegato de la felicidad del servicio que alegre nuestros, a ratos, fríos corazones. Lo reconozco, sufro al igual que soy feliz cuando estoy en una sala como cliente. Lo siento, muchas veces me gana lo profesional a lo emocional y el merecido disfrute pasa a un segundo plano. Una pena, pero de verdad que lo estoy solucionando. Así que mi reflexión hoy es opinión y mi opinión, reflexión.

Cunado nació esta sección en 'Historias con Delantal' para dar a conocer y compartir saberes sobre la sala y el servicio, fueron varios los títulos que barajábamos el bueno de Jesús Trelis y Jorge Alacid para engancharos a los que agradecidamente me leéis de vez en cuando. Pero realmente fue mi buen amigo Carlos Martínez quien me permitió robarle una de sus geniales reflexiones en forma de tweet cuando describía la sala del Celler de Can Roca como 'El Sitio de mi recreo' con todas sus connotaciones posibles como la gran canción de Antonio Vega o la felicidad de la nostalgia en forma de recuerdo de niñez tras un balón de futbol esperando que sonara el timbre que iniciaba y terminaba nuestras alegrías de niño.

La sala, el comedor, el reservado, la terraza, la abrigada barra o cualquier espacio en los que nos podamos reunir alrededor de comida o bebida es un lugar feliz. Los habrá más bonitos, más o menos limpios, modernos o vintage, de moda o clásicos, de paso o de estancia, de acuerdo o de desacuerdo, pero todos y cada uno de esos lugares solo tienen un objetivo común: dar felicidad. Esas son las salas felices.

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Tal vez sea por el frío que me acompaña en la madrugada yendo al quehacer diario lo que me lleva a estar más sensiblero y flojito de ánimo, pero la esperanza o el recuerdo de esas salas en las que he sido y seré feliz dan calor al espíritu y sosiego al alma. Todos, creo, que tenemos una sensación de felicidad cuando nos reciben con una sonrisa, cuando se acuerdan de nosotros o cuando notamos que les importamos al ser servidos en un establecimiento de hostelería u hotelería. En mis clases suelo explicar que eso es la creación de vínculos. Les cuanto a mis alumnos que, si somos capaces de crear vínculos amables con nuestros clientes, siempre nuestro trabajo será más fácil, ameno, gratificante y al fin y al cabo feliz. Podría divagar sobre los vendedores de felicidad, los hacedores de emociones, los anfitriones perfectos o cosas de esas modernas que solo pretender ponerle nombres pomposos a nuestro noble oficio de crear vínculos felices. Sin más, pero sin menos.

La felicidad nace en uno mismo pero los entornos nos ayudan a conseguirlo y las salas son un lugar para ser felices, simplemente eso, felices. Si os queda la duda, os respondo. Mi felicidad está junto a mi amigo Casto en la sala del Nou Manolín, junto a mi admirado Javier en Veles y Vents, con Manoli Romeralo donde quiera que derroche magisterio, con Pitu en el Celler, con Víctor en La Ereta, con Joan, con Pepe en su querido bar, con Javier, Óscar, Pepa o Juan. Con todos y cada uno de ellos. Mi felicidad está en una sala feliz. Y ahora pensadlo, ¿dónde es la vuestra?

Reflexionemos

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