En el debate participaron Pilar Esteve, Sara Folgado, Julia Pérez, María José Martínez, Almudena Ortuño, Camilia Cabrera, Cristina Oliete, Belén Arias, Paula Pons y Julia Martínez. IRENE MARSILLA.

Por qué seguimos siendo niñas, y otros debates feministas de la gastronomía

Diez mujeres del sector se reúnen en el restaurante Barrafina con motivo del 8M para una sobremesa en torno a la conciliación, el reconocimiento y la sororidad, entre otros platos por lavar en el mundo de la hostelería

Jueves, 7 de marzo 2024

«¿Sabes cuando estás trabajando y te preguntan 'niña, por qué estás tan seria'? Y estás seria, precisamente porque estás trabajando», relataba Camila, y el resto de comensales asentía. Porque la experiencia de las mujeres suele ser compartida, y de ahí la importancia de propiciar ... foros de debate. Como en cualquier otro sector, la gastronomía requiere de espacios de comprensión y reivindicación que consigan cambios, especialmente en el ámbito del feminismo. De lo contrario, seguiremos siendo las niñas, las señoritas, las pupilas y otra larga serie de apelativos que vienen a empequeñecer el talento de quienes siempre removieron la cazuela, pero nunca merecieron foco. Por supuesto, hablamos de las mujeres, y es que hoy es 8M.

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La tarde del jueves, éramos diez. En concreto, María José Martínez, chef de Lienzo (1 Estrella Michelin); Cristina Oliete, secretaria general de la Confederación de Mercados Tradicionales; Belén Arias, presidenta de la Academia de Gastronomía de la Comunitat Valenciana; Julia Pérez, tesorera de la misma; Sara Folgado, jefa de sala del restaurante Raro; Camila Cabrera, también sala en restaurante Flama; Pilar Esteve, al frente de la bodega Fil.loxera & Cía; Paula Pons, directora de Guía Hedonista; y servidora, directora de Brava Agencia Creativa y divulgadora. Todas citadas a la distendida tertulia, bajo el título 'Mujeres influyentes de la gastronomía valenciana', que tuvo lugar en el restaurante Barrafina, situado en Pascual y Genís, 16. Allí manda Julia Martínez, propietaria y jefa de sala, también a la mesa.

Pero volvamos a la narración de los comentarios impertinentes dentro del contexto profesional, entre los que se cuentan los infantilistas -«pero si eres una cría»-, los que sexualizan -«me dijo que era una lástima no tener un hijo para casarlo conmigo»- o los que directamente desautorizan a la mujer como líder de un proyecto -«me pidió hablar con el chef, siendo yo la dueña»-. Y todo ello en un marco donde todas, de por sí, nos enfrentamos diariamente a nuestra propia autoexigencia y el tan persistente síndrome de la impostora, derivado del enquistado machismo estructural. «Me da rabia saber que, cuando corrijo a una empleada, ella ya se está acuchillando por dentro como jamás haría un hombre», decía Sara, y de nuevo asentimientos.

Por supuesto, se habló de conciliación familiar, así como de las renuncias que conlleva la maternidad para la mujer, aún poco equiparadas con las responsabilidades del hombre. «La carga sigue recayendo en nosotras«, subrayaba Paula, y Julia admitía que esto »hace más difícil acceder a ciertos niveles profesionales». Cristina comentaba la paradoja de que todavía existan prejuicios a la hora de contratar a una mujer que es madre, o que tiene intención de serlo, «dado que los hombres recurren con más frecuencia a la baja en caso de enfermedad». También María José lamentó que nos sigan preguntando por este tema en las entrevistas, «porque cuando un hombre acaba de ser padre, nadie se plantea si tiene impacto en su trabajo».

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Uno de los momentos de la tertulia en Barrafina Valencia. DISTRICTE

Por suerte, nos queda la sororidad. Frente al viejo prejuicio de que las mujeres no trabajan bien equipo, la experiencia personal de la mayoría de asistentes. «Desde luego que a veces entran en juego las hormonas, pero luego nos entendemos y respetamos mejor», afirmaban las hosteleras de la mesa. Los discursos de Julia, Sara y Camila coinciden en la creciente importancia de un servicio de calidad, cada vez más dispensado por mujeres. Asimismo, el caso de María José Martínez es un canto al talento y esfuerzo femenino, premiado por Michelin. Por no hablar de la experiencia de Pilar Esteve, empresaria, fabricante y al tiempo proveedora en una región alejada de la capital: cabe sumar a ese contexto el hecho de ser mujer.

Nos necesitamos las unas a las otras. La visión institucional, con la promoción y preservación de la riqueza culinaria, así como la divulgación gastronómica, son otras dos piezas clave. Y por ello, Julia Martínez señalaba que este tipo de encuentros «son cada vez más necesarios, no solamente para poner en valor el talento femenino, sino también para crear sinergias entre nosotras». Porque sin hacer fuerza, como sucederá esta tarde en la manifestación del 8M, es imposible operar el cambio y la transformación. Ha llegado la hora de construir noticias en positivo: qué suerte que la Comunitat sea el paraíso del talento femenino en materia de gastronomía.

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En números y premios

En pleno debate sectorial sobre la reducción horaria en la hostelería, la mujer siempre sale peor parada. Sucede lo mismo si de salarios hablamos: cobramos menos. Digamos que la brecha de género no se suaviza, sino que empeora en determinadas profesiones, lo cual repercute en los reconocimientos. Porque cuando llega la hora de los premios, es mucho más complicado alcanzar el éxito siendo mujer que hombre -por más que alguna voz resuene ahora mismo con la perorata 'pero si le están dando todo a las chicas'-. Estos axiomas se pueden refrendar con cifras, dado que los números fascinan al patriarcado, y procedemos a contiuación.

La restauración es uno de los pocos sectores que aglutina más mujeres que hombres, según datos de Hostelería de España: el 53,1% de trabajadoras son mujeres, lo que supone 776.330 frente a 685.750 hombres. Ahora bien, de ese total sólo el 17,9% trabaja por cuenta propia: hay 138.625 autónomas, entre las que se cuentan las societarias, al frente de sus propios negocios. Por no hablar de que las mujeres acaparan la mayor parte de los contratos a tiempo parcial, concretamente el 66,4%, Hablemos de sueldos precarios, porque según el INE, la brecha de género salarial fue del 17,5% en 2021. Dicho de otra forma: casi uno de cada cinco euros que cobran los hombres no los cobran las mujeres a final de mes.

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¿Qué divertido, no? Si no fuera por la amplitud del drama. En la misma línea que los indicadores económicos, la desigualdad persiste en materia de galardones culinarios, donde últimamente vemos un palmarés más estético que ético. Las notas de prensa hablan de «un marcado acento femenino«, cuando premian a dos mujeres de dieciocho -la propia Hostelería de España-. Y si bien es muy importante que la única chef que ha alcanzado los Tres Soles de la Guía Repsol en 2024 sea mujer -hablamos, claro, de Begoña Rodrigo-, esto no quita que a la postre son cuatro chicas entre 44 'trisoleados'. Atendiendo a la radiografía de las Estrellas Michelin en España: solo el 7% de restaurantes premiados, en total 272, pertenecen a mujeres.

Para concluir con la mayor equidad, no solo los fogones tienen que espabilar. Las mujeres constituyen el 44,1 % de la plantilla de las grandes empresas, pero ocupan únicamente el 13,5 % de los puestos en sus órganos de administración, según se desprende de un informe publicado este lunes por el Colegio de Registradores. En términos globales, el 75 % de las empresas españolas no tiene ninguna mujer en sus consejos; ahí es nada. La autora Susan Pinker, en 'La Paradoja Sexual', argumenta que las mujeres «miden el éxito con otros parámetros que no son reconocimiento social y sueldos, ya que sus proyectos vitales van por derroteros como la conciliación y el cuidado». Suena bonito, pero no, Susan: también queremos cobrar.

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