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V. A. / J.A.L.
Miércoles, 13 de abril 2022
Llega la Semana Santa, aluvión de turistas en la Comunitat y éxodo de valencianos en parecida proporción, hacia destinos en el extranjero y para visitas ... al interior de España. Quienes se decanten por esta segunda alternativa están de enhorabuena: aquí tienen una serie de pistas para trazar su Pascua particular, con una serie de sabrosas etapas a base de buenos tragos y mejores bocados.
La Rioja, vinos y mucho más
Toda visita debe incluir un recorrido por las calles Laurel y San Juan de Logroño, con sus respectivos afluentes: esas calles que desembocan en el río madre y forman entre todas un rico itinerario de suculentas tapas, estupendo vinos y (sobre todo) un ambiente único, muy especial, con la clientela confraternizando alrededor de los bares. Las ensaladas de El Soldado de Tudelilla, las orejas y otras viandas de La Taberna de Baco, el pincho de careta de Tastavin... Cerquita de ambas calles, en la vecina Portales, conviene pasarse por Heladería della Sera, premio nacional de gastronomía, y disfrutar de sus ricas creaciones. Son sólo unas cuantas referencias que salen al encuentro del turista, que no deberá abandonar La Rioja sin perderse por el barrio de la Estación de Haro, sede de centenarias bodegas a cada cual más atractiva, o darse una vuelta por la Sonsierra, donde magos del vino como Abel Mendoza imparten su magisterio embotellado en deslumbrantes vinos, que también salen al encuentro del viajero en distintos puntos de la geografía. Cenicero, por ejemplo, donde Bodegas Tritium ofrece una acogedora propuesta: una cata a través de su casi inagotable catálogo y visitar su calado, la bodega subterránea de delicado encanto que garantiza una experiencia inolvidable. Para descansar, el turista puede elegir entre Ezcaray, con su rica oferta hostelera (el Echaurren, por ejemplo, donde se asegura también un condumio dos estrellas a cargo del prestigioso chef Francis Paniego o cocina más informal en el resto de locales que configuran la saga gastronómica más célebre de la región) o el cercano Palacio Tondón, en Briñas, al pie del Ebro. El meandro que forma el majestuoso río tiene propiedades relajantes e hipnóticas a quienes se alojen en el coqueto hotel.
Murcia, qué hermosa y que rica eres
Cinco pistas para una visita: la primera, Cabaña Buenavista, impresionante restaurante, con dos estrellas Michelin, ubicado en una frondosa finca a 12 minutos de la capital murciana. Es el buque insignia de la alta cocina de la Región. El chef Pablo González ofrece una experiencia completa, en la que el comensal va pasando por diferentes espacios exteriores e interiores gozando de una cocina creativa e innovadora sobre la despensa regional. Segunda etapa, El Churra, gran restaurante de cocina tradicional, con su famosa barra. Producto de alta calidad, cocina regional y clásica con toques contemporáneos. Una apuesta segura es su gran barra. Tercer hito, La Mestiza, un idílico restaurante sobre un acantilado desde el que se domina el Mar Menor, donde uno de los chefs murcianos de mayor proyección, José Cremades, ofrece una cocina fusión, a la vez viajera, y divertida, con cocina de producto, de ahí su nombre. Cuarta referencia, Alma Mater, bonito restaurante en el centro de la capital, en el que Juan Guillamón ofrece una cocina cosmopolita (fue chef de Ferrari en la F1), de formación clásica pero mirando al producto regional. Cocina de altos picos de sabor, sorprendente y precisa. Y fin de viaje, en Magoga, donde María Gómez ha llevado en poco tiempo a su restaurante de Cartagena, al olimpo de la estrella Michelín. Cocina muy pensada y compleja que, sin embargo acaba en platos aparentemente sencillos en los que se ensalza el producto del Mediterráneo y del Campo de Cartagena.
Málaga, cocina con vistas
Desde Málaga llegan unas cuantas recomendaciones. Por ejemplo, El Balneario. Llamado en efecto porque se trata de un antiguo balneario (inaugurado en 1918) de aire decadente y dotado de una nueva vida, convertido en chiringuito. Ofrece cocina de playa (pescaíto frito y espetos por supuesto) y copas con el mejor atardecer de la ciudad, que organiza también conciertos. Otra sugerencia, La Taberna de Mike Palmer, Regentada por uno de los cocineros más interesantes de la ciudad, a 10 minutos del centro en coche pero en pleno monte. Se define como una venta del siglo XXI. Brasas, cuchara y bodega muy interesante. Fuera de la capital, atención a esta pista que nos lleva hasta Antequera, donde oficia Charo Carmona al frente de de Arte de Cozina, recetario tradicional en una carta llena de platos propios de la cocina del interior andaluz. Y de postre, nuestro cuarto consejo: regreso a Málaga para probar en Confitería Aparicio sus demandadas torrijas, las más clásicas de la ciudad.
Valladolid, bocados de interior
Semana Santa en Valladolid equivale a una sugerente visita: recorrer el Museo Nacional de Escultura, una ruta de tapas por la capital y desplazarse hasta alguna bodega de Ribera, Rueda o Cigales, además de asistir a sus evocadoras procesiones. También es una buena oportunidad para sentarse en la mesa o en la barra de Villa Paramesa, previa reservar, para disfrutar de sus tapas y raciones en la céntrica Plaza Coca. Para un buen lechazo tradicional con su ensalada, La Parrilla de San Lorenzo. Y junto a la catedral para ir de tapas, La Carcava (con sus imprescindibles tostadas) y Señorita Malauva (laterío de calidad), ambos, con una buena selección de vinos. También son inexcusable Trasto, El Bar y El Farolito. Y por supuesto, Trigo, con su estrella Michelin y contenidos precios. Buen café y copas en el Continental en la Plaza Mayor, en La Comedia de Plaza Coca y el Cul de Sac.
Granada, tapas y música
Un itinerario de Semana Santa por Granada puede empezar con desayunando en el Gran Café BibRambla, uno de los más antiguos de la ciudad, centenario. Pasear por el entorno de La Romanilla y sus puestos de fruta y encurtidos. Lo nuevo del Centro Lorca y lo antiguo, con la Catedral. Los puestos de especias son otro clásico. El Botánico ofrece cocina sana y el ambiente es moderno y de clientela granadina. El Bar de Eric es del batería de Los Planetas y Lagartija Nick y tiene un ambiente de gente de la música muy majo con memorabilia musical, como El Provincias. Dos imprescindibles: en el centro, Taberna La Tana y, alejado, para amantes del producto de calidad excelsa, Bar FM. ¿Más consejos? Ahí van unos cuantos. Tabernas clásicas como Belmonte o Casa Enrique, también centenaria y recién abierta, o algunas otras como Castañeda y La Mancha, también de toda la vida, que mezclan clientela de siempre con guiris y son esenciales. Y en la relación de pistas, una de restaurantes con sabor especial: Parador (se come en el Generalife, en plena Alhambra) y Arriaga, con vistas de la Vega de Granada y cocina espectacular. Entre la nómina de jóvenes cocineros, hay que apuntar a Raúl Sierra en Atelier, Ismael Delgado en Portal del Bajo I. Le Bistró by El Conjuro de Antonio Lorenzo y el María de la O de Chechu González. Todos, especializados en comida de autor; quienes opten por lo clásico, Chikito y Tinajas, en el centro. O Ruta del Veleta. En el apartado de hamburgueserías Sancho y Mostaza Green, locales de ambiente joven y desenfadado. Y una triple recomendación final: pasear por el Albaycín y comer caracoles en el Aliatar es muy granadino; restaurante con vistas a la Alhambra, Las Tomasas; y si gusta el flamenco, con cena, Jardines de Zoraya.
Asturias, cocina querida
Cinco recomendaciones inexcusables para quienes se acerquen uno de estos días por el Principado. Puede empezar por sentarse a la mesa del Restaurantes de Guisanderas, la viva tradición heredada de madres, tías y abuelas, fieles a la cocina de siempre, al producto local y la reconfortante humildad de un plato cocido a fuego lento. El Club de Guisanderas de Asturias se fundó en 1997 y hoy está compuesto por casi medio centenar de mujeres que mantienen su objetivo fundacional: mantener las recetas de siempre y defender el producto local. Están repartidas por toda la región y ofrecen en sus restaurantes (muchos heredados de madres a hijas) platos que además de precisar fuego lento son exclusivos de su zona. Cabe destacar que la cocina asturiana es muy localista por lo complicado de su orografía por lo que la despensa y las recetas varían incluso entre aldeas separadas por un puñado de kilómetros. Casa Belarmino, Casa Eutimio, Bar Camacho, Mesón El Centro, Taberna Salcedo, Los Pisones, Los Pomares, La Costana, Bar Nuevo... Segundo consejo, una sidrería: Río Astur abrió en 1986 como bar de barrio y ha ido desde entonces desarrollando su cocina, en la que no faltan los platos más típicos para regar con sidra asturiana. Chipirones afogaos, almejas a la marinera, patatas cabrales, revuelto de oricios, mariscos y pescados. Además, Río Astur prepara el mejor cachopo del país. El pasado otoño ganó la cuarta edición del concurso nacional 'En Busca del Mejor Cachopo elaborado con Ternera Asturiana' con su Cachopo Mari, elaborado con entrecot, queso de Peñamellera, jamón ibérico de bellota y pan artesano. En su carta ofrecen más. Y un clásico no muy conocido: Mi Candelita, la arrocería a pie de playa que Fran Llamber abrió en Bañugues (Gozón) tras su paso por Barcelona. Aúna la despensa y las técnicas mediterráneas y asturianas en un espacio con acceso directo a la arena de la playa, así como huerto propio y chiringuito. Cuarta pista, Abrelatas, un restaurante pequeño en la zona central de Asturias. Madre e hijo se encargan de ofrecer una cocina tradicional con toques diferentes bien en el acabado de los platos como en su presentación. Emplean mucho producto de la zona (huerta, ganado y quesos) y defienden los guisos. Nuestro recorrido culinario concluye en Esnalar, el nuevo (desarrollado en plena pandemia) proyecto gastronómico de Pelayo Estrada, mano derecha de Martín Berasategui (dirigió la cocina de Loidi en Barcelona durante años y de ahí pasó a Txoko en Tenerife). En Oviedo, ofrece una cocina muy de temporada y de mercado donde se puede degustar, según el momento, desde reno de Laponia a lubina asturiana y una cuidada bodega de viticultores.
Bilbao: la calle Pozas (y alrededores)
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Toda escapada gastronómica hacia la patria de Unamuno debería incluir un repostaje en el bar Mugi: sabrosos pinchos, estupenda carta de vinos y excelente jamón, para cenar o picar en zona de ambiente cerca de San Mamés, por la dinámica zona de Pozas. Atentos a Juanma, el patrón: un genio según quienes bien lo conocen. Y atentos a sus golosinas: queso de Burgos, huevos cocidos con gamba y mahonesa, tacos de bonito con cebolla ensartados en palillos o de bacalao en costra, anchoas rebozadas, ensaladilla rusa, ventresca... Y de postre, los dulces moscovitas de Rialto. Muy cerca anida Cork, otro templo del vino y de los manjares: esas hermosas anchoas o las sardinas ahumadas que prepara con cuentagotas Sanfilippo en Santoña (los colores e irisaciones de la pieza son puro arte modernista) O su ventresca, sus aceitunas de Alcoy molturadas en Masía El Altet... Los ibéricos, de los salmantinos Carrasco, firma de garantía. Y de noviembre a febrero maneja ostra holandesa: el resto del año prepara en el acto un sabrosón steak tartare con su huevito de codorniz, ofrece jugosas cazuelitas de txangurro gratinado y una reconocida tortilla de patatas... con cebolla. Y sin salir del barrio, otra apuesta segura: La Taberna de Zárate, visita obligada para recrearse con alguna de sus joyas: la menestra de verduras a la navarra o la rebozada de cordero, sus famosas croquetas o el célebre pincho de tortilla (barra). Pero, sobre todo, el arroz con setas que preapra Santiago Jofre, alicantino de Alcoy: su grano oscuro (nada menos que Acquerello, un Carnaroli con un año de reposo en bodega, considerado el mejor arroz del mundo) garantiza veladas memorables como las que distinguen a unas otras cuantas recomendaciones: el restaurante de Víctor Montes en la plaza Nueva, vecino de Sorgin Zulo, tumultuario, animado y sabroso... O los pinchos de Gure Toki, la cocina de La Viña del Ensanche, una histórica casa de comidas de alta calidad que dispone de despensa con delicatessen, el txakolí de Simón en Artxanda, una deliciosa campa arbolada... O la imprescindible visita a El Bistró del Guggenheim, cuya cocina pilota el mago Josean Alija: aconsejamos reservar energía para maravillarse con sus creaciones.
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