REDACCIÓN
VALENCIA
Sábado, 10 de diciembre 2022, 01:08
Benjamín, Magnum, Baltasar, Primat, Nabucodonosor... No se trata de una lista de reyes de la antigüedad, sino de los tamaños de las botellas de vino, la mayoría desconocidos para el consumidor medio. La botella tradicional, la que se suele comercializar en todas partes, en supermercados, bares y restaurantes, es la botella Standard, y tiene una capacidad de 75 cl. La más pequeña, el Benjamín, es cuatro veces menos (0,187 cl), la Mathusalen es 8 veces más (6 litros) y la más grande recibe el nombre de Melchizedec y es... 40 veces más grande, con una capacidad de 30 litros.
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¿De dónde viene la decisión de que la medida estandar fuera precisamente de ese tamaño (tres cuartos de litro) y no de ningún otro? La verdad es que hay varias teorías sobre su origen y una regulación europea que introduce ese valor por primera vez en el año 1974.
La Directiva 75/106/CEE del Consejo, de 19 de diciembre de 1974, relativa a la aproximación de las legislaciones de los Estados Miembros sobre el preacondicionamiento en volumen de ciertos líquidos en envases previos, unifica una serie de capacidades para que las bebidas se pudieran comercializar entre los países miembro de la UE, y aprueba que se envase el vinos de uvas fresca y el mosto en envases de 0.75 cl. Sin embargo, no era la única capacidad, y de hecho permitía envases de 0,10 - 0,25 - 0,35 - 0,375 - 0,50 - 0,70 - 0,75 - 1 - 1,5 - 2 y 5 litros, y de forma transitoria también de 0,20 - 0,36 - 0,475 - 0,60 - 0,68 - 0,72 - 0,95 - 1,75 y 1,88. Esta Directiva ha sido actualizada numerosas veces hasta la actualidad.
Por lo tanto, la explicación del volumen considerado como estandar debería tener otra procedencia, y aquí es donde entran teorías de todo tipo, desde la capacidad pulmonar que tenían las personas que soplaban vidrio, hasta el consumo medio por comida (si un vaso de la época antigua eran 15 cl, servir para 5 personas equivalía a 0,75 litros) o la conveniencia de ese tamaño para conservar mejor el vino.
En realidad, simplemente se trata de una decisión que tiene una base histórica y práctica. En determinada época los principales productores de vino eran los franceses, pero los principales consumidores y clientes (y los dominadores de medio mundo) eran los británicos. La unidad de volumen de los ingleses era el galón imperial, que equivalía a 4.54609 litros. Y para simplificar la medida y el transporte, enviaban el vino de Francia a Burdeos en barricas de 50 galones, que eran exactamente 225 litros, distribuidos en 300 botellas de... 750 ml. Sí, 75 centilitros. Así simplificaron el cálculo: 50 galones, 300 botellas. Un galón, 6 botellas. Por eso aún hoy en día las cajas de vino se venden con 6 o 12 botellas.
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