La botella no tiene ni siquiera un nombre definido en la etiqueta. De momento, el vino se llama MN, por mondragón, una de las tres variedades autóctonas del Alto Palancia que la cooperativa de Viver se ha propuesto recuperar. Pero sus promotores no van ... a estar solos en esta aventura. Han encargado el nacimiento de este proyecto a dos prestigiosos enólogos, el tándem formado por epe Mendoza y Maloles Blázquez, que este martes saboreaban al mediodía, junto a un reducido grupo de privilegiados, una de esas primeras cincuenta botellas de mondragón rosado, como un anticipo de lo que va a llegar en los próximos años. «Queremos poner en valor las variedades del Alto Palancia, que existieron antes de la filoxera, un patrimonio vegetal que se conservaba en Silla, en el departamento de Sanidad Vegetal. Nos dieron unas varetas y empezamos», explica Fernando Marco, director gerente de la cooperativa de Viver, que ha estado acompañado durante la presentación de Cati Corell, directora de producto y agroturismo, y de Paco Ribelles, director del área Agro.
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Son momentos emocionantes para los responsables de la cooperativa de Viver, porque apostar por el vino, después de haberse dedicado los últimos años al aceite y conseguir un producto como Lágrima, con un valor gastronómico indudable, es otro reto mayor todavía. Sobre todo porque su objetivo es «embotellar el Alto Palancia». Y la ilusión de Pepe Mendoza está en cada una de sus palabras. «Queremos ver cómo van creciendo, dejarles ser, y que el vino sea la historia de la comarca», explica Mendoza con ilusión. También habla de emociones Fernando, que cree que es un lujo colaborar con dos enólogos de la talla de Mendoza y Blázquez. «Ha sido un subidón». Además de mondragón, las variedades recuperadas que ya han comenzado a injertar son morenillo y pámpola de Sagunt, y sobre los que tanto Mendoza como el equipo de la cooperativa de Viver creen que tienen mucho potencial.
La comarca del Alto Palancia ha sido una zona donde tradicionalmente han existido viñedos, aunque muchas variedades se perdieron por la filoxera, y todavía hoy existen agricultores que cultivan pequeñas extensiones para consumo propio. Ha sido el empuje y las ganas de los socios de la cooperativa los que han permitido poner en marcha un proyecto que se sumará a la del aceite y de las alubias del Confit, productos que pretenden poner en valor las características y peculiaridades de unas tierras mediterráneas, metidas entre las sierras Calderona y Espadán, y siempre muy ligadas a Valencia.
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