Bernd Knöller y Paquita Pozo, con sus armas de trabajo en el restaurante Riff. MANUEL MOLINES

«Le he dicho a Bernd que me entierre con esa botella dentro»

Paquita Pozo, junto a Salvatore Catalano, Hernán Menno, Daniel Espino, Juan José Soria y Yelko Suarez, han buceado en su memoria para elegir ese vino que no sólo seduce su paladar, sino que cuenta historias

Vicente Agudo

Valencia

Jueves, 13 de enero 2022, 20:52

Una botella de vino o champagne no es sólo fermentación alcohólica. Dentro hay más, todo un mundo. En su interior también guardan historia e identidad. La esencia pura de la tierra en la que se cultiva una uva que poco a poco entrará en una ... metamorfosis imparable. Pero tampoco hay que dejar de lado su valor económico, como las 43 botellas que robaron hace ahora tres semanas del restaurante Atrio. Sólo una, la más exclusiva, ya estaba valorada en 350.000 euros. Pedirle a un sumiller que nos hable de esa botella que para él trasciende a un plano interior es colocarlo sobre la espalda y la pared. LAS PROVINCIAS ha querido ponerles en un brete para que nos hablen de esa referencia que no sólo ha seducido su paladar, sino también su alma.

Publicidad

Hernán Menno | El Poblet

Berg Schlossberg Trockenbeeranauslese 2002

El sumiller de El Poblet se decante por este vino alemán dulce de nombre casi impronunciable que descubrió por accidente. «Le tengo mucho cariño por un motivo muy singular, ya que rompí una botella de ese vino al poco tiempo de entrar a trabajar en El Poblet. Estaba haciendo inventario en lo que era la oficina de mi jefa, Manuela Romeralo. Al abrir uno de los armarios climatizado donde teníamos los vinos más especiales se me resbaló una botella mal colocada que estaba en la puerta. Tuve una sensación doble, pues, por un parte, deduje que me iban a matar y, por otra, pensaba lo bien que olía. Me dio una pena enorme, pero también estaba totalmente embriagado por el aroma que me llegaba de la botella rota», explica entre risas Menno. Al final, Romeralo se apiadó de él y todo quedó en nada. Hernán recuerda que era un botella muy pequeña que aún tenía pequeñas manchas de hongos dada su edad, ya que era de 2002 y su precio ahora ronda los 170 euros. «Es maravilloso, porque los grandes rieslings dulces crecen a medida que van pasando los años. Van ganando en finura y complejidad, en riqueza de matices», explica este joven sumiller.

Noticia Relacionada

Salvatore Catalano | Ricard Camarena Restaurant

Castillo de Ygay 1925

Salvatore Catalano no se mueve de España para señalar uno de esos vinos que le ha dejado huella. Se trata de un rioja muy viejo, de 1925; un castillo de Ygay, de la reserva de la bodega Marqués de Murrieta. «Ese vino es historia viva. Tiene casi un siglo y ha pasado dos guerra mundiales y una guerra civil», explica. Fue adquirido de una bodega privado que lo tenía bien conservado, de ahí que, pese a los años, sigue en todo su esplendor. «Tuve la suerte de abrir una botella hace dos años y estaba muy bueno», indica. No en vano, una revista especializada le otorgó los 100 puntos a esa añada. Pese a los 500 euros en los que está valorada, Salvatore afirma que para él no tiene precio. «En el restaurante queda una y creo que la dejaremos ahí y a lo mejor nos la bebemos cuando cumpla cien años».

Daniel Espino | Saiti

Viña Tondonia rosado 2011

Pocas dudas tiene Daniel Espino para revelar su elección. Afirma que ese año tiene una connotación especial porque fue en el que nació su hijo Sebastián. «La guardo en el fondo de la cámara, es muy especial para mí y espero poder abrirla y bebérmela con mi hijo cuando tenga la edad», explica. Y es que, pese a sus 10 años, Espino ya está inoculando en su vástago el virus del vino. «Incluso le dejo poner el dedo en alguna copa para que vaya probando», ríe. Pero esta elección va más allá de lo sentimental, porque este sumiller siente un amor especial por el Vina Tondonia rosado. «Tiene mucha historia, complejidad y sutileza. Además, lo veo unas notas de cera que me encantan. Me tiene completamente enamorado. Es un vino que vale la pena. La gente no sale del Tondonia blanco, pero hay que probar el rosado».

Publicidad

Noticia Relacionada

Yelko Suárez | Arrels

Ullyse Collin 2018

El sumiller de Arrels dirige su mirada a Francia para señalar el champagne Ullyse Collin de 2018 como esa botella que ha llegado a tocar su alma. Ya no sólo porque esa añada coincide con el nacimiento de su hijo, sino porque esta bodega es su productor fetiche. «Pertenece a la parcela Les Roises y tiene 0,6 hectáreas. Es un chardonnay difícil de conseguir que en carta vale 250 euros», indica. Su corta producción hacen que esta añada cobre todavía más valor para Yelko, pero él asegura que su decisión también está motivada en que el productor ha sabido luchar contra todo para lograr un gran champagne. «Él está en Cotes du Moran, que es un poco más abajo del valle del Marne, que es una zona no tan privilegiada y, sin embargo, él la ha puesto en valor haciendo grandes champagnes. Me gusta porque los elabora de una variedad, una añada y una parcela. No hace diferentes añadas, por eso me gusta tanto», explica Suárez.

Paquita Pozo | Riff

Malleolus de Valderramiro

Para Paquita Pozo cada vino es un mundo y cuenta una historia. No es una sumiller de tener referencias preferidas, pero si tiene que decantarse por una esa es el Malleolus de Valderramiro. Lo probó hace 20 años y aún rememora esa sensación. «Lo recuerdo como diferente y muy agradable, y mira que hace años de esto». Este vino, que puede estar por poco más de cien euros, lo recomienda a los clientes. Es más, siempre le dice al cocinero Bernd Knöller que si muere antes que él le tiene que poner una botella en el féretro. «Él siempre me dice que lo hará, pero que antes de dejarla se la beberá», explica entre risas.

Publicidad

Noticia Relacionada

Juan José Soria | Lienzo

Porto de Sandeman

El sumiller de Lienzo ha elegido esta botella porque encierra un viaje, el primero que hizo con su padre. «Con ocho años me llevó a Portugal a visitar bodegas. «Indudablemente el bebía y yo miraba, pero despertó en mi tanta curiosidad que acabé en el mundo del vino. Allí compró esa botella de Porto en 1994 y años después me la dio para que la tuviera en el restaurante», explica. No está a la venta, pero sí en un lugar especial. «Sin ser una gran botella, sí que fue la primera que tuve en mi manos, por eso tiene un gran valor sentimental. Espero abrirla algún día con mi familia», apunta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad