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Ada Dasí
Horta
Martes, 19 de abril 2022, 22:38
Llegaron con un trailer lleno de alimentos y ayuda humanitaria de empresas y particulares de l'Horta Nord a Polonia y más de una semana después han regresado a Valencia con una mochila cargada de agradecimientos y con el único deseo de volver para seguir colaborando. Los cerca de 20.000 menús elaborados con productos de la huerta valenciana por estos 16 voluntarios capitaneados por el cocinero y bombero Ciriaco Vicente Ausina han dado de comer a cientos de refugiados ucranianos.
La cocina de un seminario en Katowice habilitado y concertado por la diócesis y el gobierno polaco fue el centro de operaciones, donde los cocineros y sus pinches comenzaba a trabajar a primera hora de la mañana los menús que diseñaban entre Ciriaco y Pepe El Turco de Puçol, aunque los planes se trastocaban cuando, por ejemplo, llegaba un autobús con un centenar de refugiados y había que darles de comer.
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Pepe se llevó sus paellas que hacía hasta una docena de veces al día con los productos de los que disponía, como plato estrella de la gastronomía valenciana. Hasta más de mil raciones ente desayunos, comidas, cenas e incluso chocolate caliente por la noche, se repartían a diario entre la red de solidaridad para llevar a la otra parte de la frontera o para refugiados en centros polacos.
El precursor, Ciriaco que abanderó la iniciativa tras convertir su restaurante de Port Saplaya Las Torres de Ciriaco en un comedor para refugiados, no oculta su satisfacción al regreso «he unido mi pasión por la gastronomía con la felicidad que hemos podido dar». «Ha sido un experiencia muy dura pero hemos hecho feliz a mucha gente», comenta.
Además, han dejado la infraestructura para volver en un futuro próximo que marca para después del verano y se queda con el rescate de Elena, una mujer de Bucha, que han conseguido traer para que se reúna con su hermana en Alboraya a través de sus contactos en la zona.
Neus Montañana fue una de las voluntarias de este grupo de «espartanos» como se hacen llamar. Gerente de la Cooperativa Agrícola San Isidro de Meliana, consiguió donaciones de productos para llevarse hasta el país en conflicto. «No sabía cocinar, pero he vuelto con callos en las manos de pelar patatas», señala, y es que se ha dejado la piel colaborando en todo lo que podía, desde la preparación de los alimentos hasta envasando los menús.
Y entre comida y comida afloraba la tragedia que están viviendo los refugiados ucranianos. «Las mujeres esperaban a la noche para poder llamar a sus parejas que están en el frente para evitar que los satélites detectaran las señales», cuenta Neus. «No hemos pasado miedo porque estábamos en una zona segura pero las historias que hemos oído te tocan el corazón», añade.
Toni Moreno, otro de los voluntarios de Meliana, tiene grabado en su retina las miradas de los niños cuando les daba chocolatinas y las sonrisas que le dedicaban de agradecimiento. «Una noche llegamos a un teatro y utilicé le trípode con antorcha para grabar. No olvidaré esos ojos brillantes que rompían el alma», narra. Toni está jubilado y tienen una incapacidad permanente después de que perdiera uno de sus brazos. Decidió embarcarse en la iniciativa para dejar constancia del viaje «quería documentarlo todo para que la gente no se olvide y se involucre».
Ahora, una vez de vuelta a su rutina diaria asegura que «me encuentro vacío y tengo ganas de volver». El mismo sentimiento que tiene Neus, «siento que los he abandonado y estoy mal», asegura la joven. Los dos aseguran que regresarán.
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