rafael m. mañueco
Viernes, 31 de julio 2015, 19:57
La idea de crear un gran centro financiero poblado de rascacielos en pleno corazón de Moscú se remonta a 1991 y pertenece al arquitecto ruso Borís Tjor. Pero fue el actual presidente, Vladímir Putin, quien puso en marcha el proyecto. Ha impulsado otras muchas megainfraestructuras, pero, salvo la preparación de Sochi para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, ninguna tan grandiosa como la City de Moscú.
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Para materializar una obra tan ambiciosa, movilizó a destacados oligarcas del país, pero esta vez eligió a algunos de los más controvertidos. En mitad de la incesante lluvia de petrodólares que cayó sobre Rusia hasta 2008, se trataba de crear un centro financiero de envergadura internacional. Debía incluir apartamentos de lujo, boutiques de las marcas más prestigiosas, espacios de ocio y los mejores restaurantes.
En el plan se involucraron magnates como el promotor inmobiliario Pável Fuks, Vladislav Doronin -ex de Naomi Campbell-, Serguéi Polonski -ahora juzgado por estafar un centenar de millones de euros-, Suleimán Kerímov -dedicado especialmente al petróleo- e incluso Valentín Yumáshev, yerno del fallecido expresidente ruso Borís Yeltsin. El grueso de los trabajos para levantar las descomunales torres de hormigón, cemento y cristal comenzaron en 2003 y deberían haberse prolongado unos cuatro o cinco años.
Sin embargo, las desavenencias surgidas entre los adinerados amigos de Putin, las querellas judiciales, los errores de ingeniería, los cálculos equivocados sobre la capacidad de Moscú para dar servicio a toda una ciudad dentro de otra ciudad, los incidentes y accidentes durante las obras, la crisis económica de 2008, y ahora el aislamiento internacional de Rusia y las sanciones por su papel en la crisis ucraniana han convertido la City moscovita en la hoguera de sus vanidades.
Están ya construidos 12 de los 17 rascacielos previstos, pero uno de ellos, el edificio Eurasia, está completamente vacío y en los otros 11 se han vendido o alquilado solamente la mitad de sus locales. No se ha terminado todavía el intercambiador de metro y trenes de cercanías, tampoco los accesos para el tráfico rodado y el número de plazas de aparcamiento sigue siendo insuficiente. El Ayuntamiento capitalino se ha dado hasta 2018 para que todo esté terminado, diez años más de los contemplados en un principio.
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Uno de los gigantes todavía inacabados es la torre este del conglomerado Federación, el buque insignia de la City. Cuando se concluyan las obras, tendrá 95 pisos y 374 metros de altura. Será el edificio más alto de Europa. Lo empezó a levantar la empresa Mirax Group, perteneciente a Serguéi Polonski. El mes pasado fue confinado en un celda de castigo por romper un televisor y un tablero de ajedrez en el penal moscovita de Matrósskaya Tishiná, donde permanece a la espera de sentencia. En mayo fue extraditado a Rusia por las autoridades de Camboya, país en el que residía desde 2012. Está acusado de estafar 5.700 millones de rublos (unos 91 millones de euros) a empresarios que invirtieron en varios de sus negocios inmobiliarios, incluyendo la City.
Una antorcha colosal
El incidente más grave registrado hasta ahora se produjo en abril de 2012, precisamente en esta edificio. Los pisos 65, 66 y 67, que eran entonces los más altos, ardieron como una tea debido a una chispa de un soldador. De lejos, parecía una antorcha colosal. Al año siguiente, estando ya huido en Camboya, Polonski vendió su negocio y de los dos edificios se hizo cargo otra firma.
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El glamuroso Vladislav Doronin, que mantuvo un fugaz romance con la modelo Naomi Campbell, también fue requerido por Putin para invertir aquí. Su empresa levantó las dos majestuosas torres bautizadas como Moscú y San Petersburgo y también la OKO, que ahora y mientras no se concluyan las obras en el bloque este de la Federación, es la edificación más alta de Europa con 354 metros y 85 pisos.
La corporación de Doronin fue demandada en 2007 por el arquitecto holandés Erick van Egeraat: tras ser contratado para diseñar los rascacielos, rehicieron su boceto sin consultarlo con él y después le despidieron. Ganó el juicio y Capital Group tuvo que indemnizarle con cuatro millones de euros.
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No menos polémico es Suleimán Kerímov, propietario de Nafta-Moskvá y del 75% de la torre Eurasia. En 2007 destrozó un Ferrari en Niza en compañía de su amante, la presentadora de televisión Tina Kandelaki. Los dos tuvieron que ser hospitalizados. Kerímov, famoso también por sus saraos con celebridades mundiales del espectáculo, consiguió dejar a Pável Fuks con solo el 25% del edificio Eurasia. Estuvo respaldado por Arkadi Rotenberg, uno de los potentados del entorno de Putin salpicado por las sanciones derivadas de la anexión de Crimea y a la guerra en Ucrania.
En cuanto a Fuks, uno de los ricachones rusos más jóvenes, de 43 años, con su participación en la torre Eurasia y después de varias querellas controla dentro de la City 821.000 metros cuadrados repartidos en tres edificios. Un lío de propiedades y guerras internas que vuelven a demostrar que los potentados rusos no son de fiar.
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