El oligarca abre una sede para «generar nuevas ideas militares»

A priori, los castigos estarán enfocados a recortar las finanzas del grupo -muchos de los activos en el extranjero ya están incautados- y sus actividades en terceros países. Washington ha evitado la calificación de «terrorista», pero es posible que suba este peldañó en breve. Una organización criminal se vincula más a actos de delincuencia y de lucro, que EE UU justificaría por el reclutamiento de convictos y las presuntas brutalidades que los mercenarios estarían cometiendo en Sudán para obtener oro y así financiar la agencia y la guerra en Ucrania.

Su actual calificativo es suficiente para tensar un poco más las relaciones con el Kremlin, a quien Occidente acusa de usar la compañía paramilitar como un brazo armado. El Gobierno de Putin se arriesga a ser catalogado por extensión como el patrocinador de un entramado criminal transnacional. La Casa Blanca cree incluso que Wagner puede convertirse en una amenaza para el propio Ejército ruso.

La ONU y el Tribunal Internacional están interesados en investigar la relación de sus soldados de fortuna con matanzas de civiles, violaciones y torturas en Ucrania. Decenas de militares han sido identificados e incluso condenado por asesinar a capricho a ciudadanos que simplemente pasaban por una acera cercana o forzar a mujeres ucranianas, a las que luego obligaban a hacer la comida de la tropa, Pero no abundan los paramilitares en ese listado, a pesar de los testimonios de víctimas que culpan a miembros de Wagner o las unidades chechenas de Kadírov.

La organización tiene muy poco de épica. La mayoría de sus miembros -EE UU calcula que hasta 40.000- han sido reclutados en la cárcel sin importar su delito. A muchos se les ha prometido un indulto. Fieras en busca de carne en una jungla en guerra, sin leyes. El comandante Medvedev, huido a Noruega, fue testigo de la ejecución de una decena de mercenarios de un disparo en la cabeza por haberse negado a acatar órdenes. «Los comandantes los llevaron a un campo y les dispararon delante de todos», ha explicado.

Lo único que está claro hasta ahora es que Yevgueni Prigozhin no se esconde. El pasado noviembre, Wagner inauguró una colosal sede en San Petesburgo. Un complejo vanguardista y de alguna manera simbiótico: no oculta su identidad paramilitar, pero la disfraza con las maneras de una agencia oficial. La presencia de patrullas con ropa de camuflaje es permanente, pero su presidente afirma que el objetivo reside en crear un «espacio cómodo» para inventores, empresas experimentales y expertos en Inteligencia Artificial con el fin de «generar nuevas ideas que mejoren la capacidad de defensa de Rusia».

Que su apertura a las mismísimas puertas de Moscú -tiñendo como una rama más el ecosistema politico-militar del Kremlin- constituya un desafío a Putin está aún por ver. Prigozhin tiene, según la Inteligencia occidental, aspiraciones políticas sólidas, le apoya el ultranacionalismo beligerante y desprecia a los coroneles del Ejército por haber dejado que se perpetúe la invasión. Cuenta con una fortuna y es probable que su nueva sede le enriqueczca todavía más. Según la Inteligencia británica, Prigozhin ha querido «legitimar» la organización mediante su reciente inclusión en el registro y ahora buscaría impulsar la comercialización de servicios, no se sabe si el paramilitar incluido.