La de Antonio Calpe es una historia de amor. Un amor incondicional por unos colores. Un amor que, desde ayer, adquiere una nueva y conmovedora dimensión. El legendario exfutbolista falleció a los 81 años después de una vida entregada al Levante. Le incomodaban los focos, pero no pudo evitarlos a lo largo de su amplia y fructífera carrera. Tenía talento, clase, carácter y compromiso. Cualidades que puso al servicio del club azulgrana y que le convirtieron en un icono. Protagonizó el ascenso a Primera División en 1963 y, tras volar durante seis temporadas en el Real Madrid, regresó a su nido para aportar su categoría a través de múltiples facetas: jugador, entrenador, secretario técnico, delegado... Todo lo hacía con calidad y corazón. Buscando la excelencia. Un mito.
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La capilla ardiente de Calpe quedará instalada hoy, de 11 a 20 horas, en el palco VIP del Ciutat de València. Se trata del último adiós a una de las figuras más emblemáticas de la historia de la entidad. En cualquier caso, su huella es imborrable. Incluso la peña L'Horta Granota de Sedaví ha solicitado al club que la nueva ciudad deportiva adopte el nombre del exfutbolista. Hijo de Ernesto Calpe Gil, quien conquistó la Copa de la República de 1937 con el Levante, llevaba el sentimiento azulgrana en la sangre.
El hermano pequeño de Antonio, Ernesto, también militó en el conjunto granota. Le recuerda con orgullo: "Ha sido todo en el Levante. Al estar en el Real Madrid, cogió más nombre aún. Es una de las leyendas más grandes que ha habido. En mi casa el Levante es una religión. El momento más esplendoroso fue el ascenso de 1963. Él jugó todos los partidos. Yo tenía 13 años".
El Levante descendió a Segunda en 1965 y necesitaba traspasar futbolistas para aliviar sus cuentas. Serafín se marchó al Barcelona. Calpe puso rumbo al Santiago Bernabéu. "Su fichaje por el Real Madrid fue una cosa clamorosa. Le quisieron engañar diciendo que era para el Sevilla. Cuando un jugador iba al Madrid, los clubes pedían mucho dinero. Entonces dijeron que era para el Sevilla. Habían quedado en Madrid. Cuando vieron entrar a Antonio Calderón –gerente del Real Madrid–, Ramón Balaguer –secretario técnico del Levante– dijo: 'Esto no es el Sevilla'. Y respondieron: 'No, nosotros dijimos un señor de Sevilla, no el Sevilla'. El señor de Sevilla era Calderón. Balaguer dijo que no firmaba porque quería más dinero. Consiguió dos jugadores cedidos. Mi hermano dijo: 'Si no ficho aquí no fichó en ningún lado'. Se puso un poco serio", relata Ernesto.
En el Real Madrid, Calpe se alzó con una Copa de Europa, tres Ligas y una Copa del Generalísimo. En 1971, volvió a casa. "Tuvo dos años muy malos por dos lesiones muy graves. Cuando se marchó había varios equipos de Primera que lo querían, pero se vino a Tercera División con el Levante. Con lo que eso suponía económica y futbolísticamente, no se lo pensó", añade Ernesto.
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Al colgar las botas, en 1975, siguió ligado al club granota. Primero, como ayudante de entrenador. El exjugador Vicente Latorre disfrutó de sus directrices: "Cuando yo debuto en el Levante, Antonio está como segundo de Pachín. En los entrenamientos decíamos que Antonio estaba para jugar. Era mucho más rápido que alguno de nosotros. Para mí es el jugador más grande que ha tenido el Levante. Es uno de los mejores laterales izquierdos que he visto yo. Subía y bajaba la banda a una velocidad increíble. Era muy competitivo. Ponía el énfasis en la garra, el amor al club. Y nos transmitía eso, la fuerza, las ganas de ganar siempre. No le gustaba perder a nada. Las pachangas de los martes, cuando Pachín se ponía con unos y Antonio con otros, se alargaban en el tiempo porque ninguno de los dos quería perder".
Hubo un episodio que marcó a Latorre: "En Segunda, en el último partido de la temporada 1980-81, hay un viaje a Santander para jugar contra el Racing, que se jugaba el ascenso. Cruyff se había ido y en los últimos partidos había un vacío de poder. Fue el año que nos encerramos. El viaje lo pagó Antonio de su bolsillo porque no teníamos ni directiva. Nos ganaron 1-0 de milagro".
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Pepe Balaguer se incorporó al Levante como entrenador en 1997. Su mano derecha fue Calpe, quien también ejercía como secretario técnico. "Cuando ponía el ojo no se equivocaba. Él se iba a ver jugadores, pero era difícil que le gustaran, porque era muy exigente. Había sido muy exigente consigo mismo y también lo era con los otros jugadores. Ha sido una persona entrañable en todo el levantinismo. Recuerdo la amabilidad que tenía y lo que sabía de fútbol. Con él hablabas de fútbol puro, porque lo había mamado. Nos entendíamos perfectamente. En el Levante ha sido una institución. Y será imborrable. Será eterno. Ha sido el mayor icono del Levante", cuenta el de la Pobla de Vallbona.
Ernesto Domínguez, otro de los pilares de la plantilla que logró el ascenso en 1963, estaba ayer consternado. "Era una excelente persona y un estupendo compañero. Siempre estaba de buen humor. Era una persona muy amable. Le apreciaba y le quería como a un hermano. Él era levantinista al cien por cien. Lo del Real Madrid fue un premio que recibió porque tenía una velocidad y una forma de jugar que le llevó ahí. Era un excelente jugador", apunta el catalán con la voz entrecortada. Se despide con una sentencia cargada de emoción: "Antonio es el Levante".
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