El último parapeto ha saltado por los aires. El escudo del milagro quedó hecho añicos con otra dolorosa derrota, sí, en el Bernabéu, pero con un resultado y un juego sonrojantes que resumen a la perfección una temporada nefasta. Ya no es momento de excusas, ... ni siquiera de disculpas. Que la gestión desde el verano pasado -quizás desde antes- no ha sido buena lo corean los resultados. Dicen que de los errores se aprende, pero en pocos meses se han repetido todos los que causaron el desastre de 2016. Posiblemente hasta algunos más. La historia del Levante deja un episodio amargo de cómo se fue a Segunda quizás una de las mejores plantillas (por nombres) en más de 110 años. Ahora toca reconstruir entre las ruinas, con la pequeña ventaja de unos días (con algunos puede que no más de 4) con respecto al resto de clubes que aspirarán a celebrar un ascenso en la primavera de 2023.
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Porque si esto es un fracaso, todo lo que no sea subir de inmediato a Primera también se considerará como tal, pero elevado en varias potencias. El Levante ha acostumbrado a su gente al fútbol de máxima categoría, pero más allá de esto bebe de los ingresos de la élite porque tiene proyectos urbanísticos en marcha. Eso sin olvidar a sus equipos femenino, fútbol sala, o a las iniciativas EDI en la Fundación, que serán más sólidos si el club está saneado. Ahora no lo está, es más, este verano toca hacer traspasos para cuadrar las cuentes. No hay tiempo que perder a la hora de sentar las bases sobre los pilares que han quedado, más o menos tambaleándose, después del estrepitoso fracaso consumado este jueves en el Santiago Bernabéu.
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El examen
Quico Catalán, en una de sus comparecencias de una temporada repleta de instantes de crisis, prometió que se sometería a un examen al final de esta campaña. Ha llegado el momento. «El Levante siempre ha renacido», señaló minutos después de consumarse el descenso. El presidente apeló una vez más a la historia del club, como lo hizo aquel día, el del anuncio del plebiscito, para tratar de apuntalar su gestión: es tan evidente que los años en los que la entidad ha estado en Primera bajo su gestión le refuerzan como que este descenso dilapida buena parte de su buena imagen y la de su consejo.
En sus palabras no hay aroma a despedida. Ni el presidente, ni Alessio, ni algunos de los pesos pesados del vestuario quieren bajarse del barco. En el Levante se vive muy bien porque la presión es relativa. Ha bastado el arreón final para que la grada se vuelque con el equipo, a pesar de haber soportado nueve meses terribles… desde la vuelta de la semifinal de Copa del Rey. «Primero hay que pedir perdón a nuestra afición y darles las gracias por el apoyo…Es un cúmulo de decisiones que hemos tomado y que nos han llevado a esta situación», declaró.
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Los fichajes de Mustafi y Soldado, que no han aportado lo que se esperaba. La continuidad de Paco López con el runrún de que la relación estaba erosionada. Su destitución temprana. El sustituto, sin experiencia en la Liga y que además tardó en llegar. La apuesta por Alessio Lisci, otro técnico joven y sin horas de vuelo en la élite… El examen, ponga quien ponga las preguntas y quién lo califique, no da para un cinco. A día de hoy, cómo se llevará a cabo ese ejercicio de evaluación sigue siendo un misterio.
Cuando lo anunció, Quico Catalán dijo que irse en ese momento era irresponsable. Tenía razón. La realidad es que no tiene intención de marcharse. «Soy un privilegiado, trabajo en mi club, en aquello que siento como mío», dijo el jueves tras el partido. «Debemos competir al máximo nivel en Segunda e intentar repetir lo de hace seis años, que fue descender y subir». No son las palabras de alguien que planee abandonar el cargo. ¿Quién hará el examen y cuáles serán las conclusiones?
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El protegido
Felipe Miñambres fue el cimiento elegido por Quico Catalán y su consejo para reconstruir, en Primera o Segunda. El director deportivo desembarcó en Orriols a pecho descubierto. Con un discurso optimista, poniéndose al frente de un proyecto que no era el suyo y asumiendo decisiones peliagudas, como la de bajar al vestuario en el descanso de un partido. Por ejemplo, el del Betis en Orriols. «Yo he venido a sumar», repetía en las diferentes entrevistas que concedió en aquellos días.
Su carta de presentación ha sido el fichaje sorpresa de Marcelo Saracchi, una oportunidad de mercado que a poco que esté recuperado de la grave lesión que sufrió hace poco menos de un año dará rendimiento deportivo y económico. Desde aquellas primeras semanas, la estrategia del club y del propio director deportivo ha sido la de guarecerse. Ha salido de las trincheras para acantonarse en la retaguardia de los despachos, el teléfono móvil y los viajes. La evaluación continua de Felipe Miñambes empezará en agosto, pero en los próximos días deberá hacer públicas decisiones que van a afectar no sólo al primer equipo sino a todo el club. En cuanto a fichajes que sirvan para volver a Primera, sí, pero también en cuanto a sinergias con la escuela, que de una vez por todas aporte savia.
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La perla perdida
Por ejemplo, a la hora de poner en valor los productos de la casa. Quizás uno de los grandes pecados capitales de los ejecutivos de este Levante vaya a ser la marcha de Pepelu, gratis y sin que se le haya disfrutado. Porque no me digan que esta segunda vuelta, aunque haya jugado mucho, le han disfrutado. No será porque no estaban avisados de que ahí había futbolista.
Internacional en las categorías inferiores, brilló en el Tondela y en el Vitória de Guimaraes. Entonces el Levante no lo blindó. Tampoco sintió el futbolista cariño por parte del club. Ni cuando este verano se quedó para competir con un sinfín de centrocampistas. Paco López le avisó que no lo tendría fácil y lo acabó poniendo, sobre todo por la plaga de lesiones. Pero lo cierto es que no ha habido una apuesta decidida por el de Dénia, por encima de futbolistas que ya se sabía que están de paso como Vukcevic o Radoja.
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Ahora el Levante quiere renovarlo y es más que probable que se le haya pegado el arroz. No perderá a un gran futbolista del que sacar rendimiento económico cuando termine de explotar, que también. Lo peor de todo es que tiene pinta de que saldrá por la puerta de atrás y de una manera triste un referente. Y no hay tantos Ballesteros o Iborras como para ir desperdiciando esos valores añadidos.
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El de siempre
Por fortuna, el Levante de hoy tiene un líder indiscutible. Su Comandante. Las lágrimas de José Luis Morales representan a la afición y ablandan su frustración. El capitán ha conseguido impregnar su pundonor a sus compañeros -peladuras de cable aparte, como la sucedida tras el 1-0 en el Bernabéu- y convertirse en el nexo de unión entre la plantilla y la grada. Nadie duda de que Morales encabezará el proyecto de Segunda.
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Junto a él, otros con los que el levantinismo cuenta, como Cárdenas o Roger, aunque hay voces que avisan de que el Pistolero quiere seguir disparando en Primera. También hay que ser justos con Postigo, héroe del último ascenso y que ha sido uno de los que ha dado la cara en las horas más duras. El madrileño siente el escudo, tiene contrato y mucho que aportar en el vestuario. Su físico, que lleva año y medio torturándole, dirá si también vuelve a ser pieza clave en el césped.
Pero urge quedarse con la idea: no sobran los referentes. Si se ha hecho tarde con Pepelu, más allá de las lamentaciones que esto sirva para gestionar mejor casos como Cantero o Blesa. Por mucho que pese a todo granota, incluso a todo amante del fútbol, Morales tampoco va a ser eterno.
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¿Qué hacemos con Alessio?
Lo he dejado para el final porque esta es la auténtica patata caliente. Quico Catalán está en manos de la Fundación. Felipe Miñambres tiene contrato y crédito. Pepelu coge con fuerza el mango de la sartén y hará lo que quiera. Pero con el técnico no hay blancos ni negros, sino grises. En los momentos de desesperación en los que el equipo no salía a flote ni con el tercer relevo en el banquillo empezaron a dársele palos. Se le llamó «entrenador en prácticas», por no decirle directamente «becario», con toda la quina de la que se pueda impregnar a la palabra, y con mucho respeto hacia los becarios.
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Porque el manual del buenismo dice que todos hemos empezado y hemos necesitado una primera oportunidad. Pero el deporte de élite, y en especial el fútbol profesional, es sumamente cruel. Si Alessio merece y tiene argumentos para seguir en el primer equipo del Levante, eso es algo que sólo Felipe Miñambres puede razonar con datos objetivos. Y además, cobra para tomar esa decisión.
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Por números, el esprint final da crédito a Alessio Lisci. Pero, ¿confía la columna vertebral que se quede en él para guiar al equipo de vuelta a Primera? Buena pregunta. También es cierto que, en un asunto gris, el italiano tampoco merece un desenlace extremo: sigues o a la calle. La crueldad del fútbol, no obstante, obligará a tomar una decisión en ese sentido. ¿O alguien lo ve de vuelta al filial (y más tras el fichaje de Chema Sanz) en caso de que se opte por un técnico con experiencia en ascensos, tipo Luis García o Vicente Moreno? Dos entrenadores que, por cierto, ya han sonado y que están en el mercado. Esa, la del entrenador, va a ser la primera decisión importante que se va a tomar, en los próximos días, para empezar la reconstrucción. Porque del examen nadie espera que vayan desencadenarse cambios drásticos. ¿O sí?
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