Errores infantiles que condenan

El primero llegó de las botas de Alejandro Cantero. Un jugador que por momentos parecía defenestrado, que no jugaba, que su entorno filtró un interés por marcharse y que Javi Calleja parecía haber recuperado. El delantero se marchó bien de dos defensores, pero en el mano a mano, escogió la peor opción. No la pasó al compañero desmarcado ni sacó un zapatazo a la escuadra. Un flojo disparo, raso, centrado y al muñeco. Perdonó el 0-2 y a partir de ahí vino la debacle. Calleja, ante un fatigado Álex Valle, dio entrada en la recta final a Buba Sangare, de 16 años y que ya había debutado con el primer equipo en Copa del Rey siendo el granota más joven de la historia. Acelerar los procesos de los canteranos está bien, pero no en contextos así. Si vas ganando holgadamente, puedes permitirte el lujo de foguear al futuro. Pero con un resultado mínimo y lejos de casa, es jugársela. ¿Qué pasó? Pues lo que podía pasar.

Un error infantil, propio de un chico que está en edad de ir al instituto y que no debería estar jugando minutos decisivos en el fútbol profesional todavía. Y el que menos culpa tiene en todo esto es el propio Buba. El joven no acertó en el despeje —aprenderá de esto seguro— jugando de lateral zurdo cuando él es diestro y el balón cayó manso en el área. No perdonó Carlos Martín, talento cedido por el Atlético en el Mirandés que no tardará en dar el salto a Primera. 1-1 en el electrónico y dos puntos se esfuman por el retrete por no saber cerrar el partido. ¿Por qué salió Buba y no Sergio Postigo, un central veterano y con oficio? O incluso Xavi Grande, también joven y canterano pero con más experiencia en la categoría y habitual en la selección española sub-19. Decisiones difíciles de explicar. ¿Por qué salió Cantero y no Óscar Clemente o el recuperado Iván Romero? Deberá hacer autocrítica Calleja, que no estuvo acertado con los cambios y dejó escapar una victoria que se había trabajado con un buen planteamiento.

Y es que empezó bien la tarde en Anduva. El Levante fue superior en todo el primer tiempo ante un Mirandés que renunció a la posesión y permitió a los de Calleja dominar la construcción del juego. Por momentos insípida, con los centrales pasándose el balón de lado a lado ante una débil presión de la delantera rival y sin desmarques de los de arriba. Hasta que apareció el que está siendo el único oasis de esperanza granota. No fue casualidad que Carlos Álvarez marcase ese golazo vestido con una equipación blanquiazul. Con los típicos colores argentinos, el pequeñín andaluz emuló a sus ídolos Messi y Maradona para demostrar de qué pasta está hecho. Esos zurditos bajitos. Esos locos del balón. Los que marcan diferencias. El sevillano del Levante es de esos que está bendecido con una varita mágica. Qué talento tiene esa bota izquierda. La cantidad de cosas que maquina esa cabecita en milésimas de segundo para crear en espacios reducidos. Recortar. Encarar. Disparar. Tres pasos sencillos para Carlitos que sirvieron para sacar un zurdazo que ni el travesaño pudo repeler. Un gol que por su bella factura debería haber valido por dos.

Pero no, tan válido fue como el del Mirandés. El Levante no pudo dejar la portería a cero —ya van cuatro jornadas así— y de esta forma es complicado escalar posiciones. Y más si tus rivales directos suman de tres en tres. Un punto fuera de casa puede no ser un mal resultado, pero en este contexto, cuando ibas por delante y en los últimos minutos, es un descalabro. Tenías los tres en la mochila y se te cayeron por no cerrar la cremallera. De poder dormir a un punto del ascenso directo a estar a tres. Sigues ahí, sí. Ahora, con 36, el Levante no puede fallar en casa ante un Tenerife que viene en mala dinámica tras haberse despistado por la Copa llegando a octavos y que lleva cuatro jornadas sin ganar en Liga, desde el mes de diciembre.

Más allá del nefasto final del encuentro, el Levante volvió a sufrir arbitralmente. El VAR anuló un tanto de Mohamed Bouldini en los primeros minutos por un fuera de juego cogido con pinzas que no terminó de quedar claro en las repeticiones. Por escasos centímetros en el inicio de la jugada, el tanto no tuvo validez. La película hubiese sido muy diferente de haber contado aquel gol. Pero de nada sirve relamerse por cosas así. El Levante se puso el mono de trabajo y estuvo sólido. Excepto un disparo de Gabri Martínez —otro talentazo del Mirandés— que rozó el travesaño, los de Lisci apenas causaron peligro. Gustó Dela, que se ha ganado el sitio en la zaga granota y que difícilmente saldrá del once inicial si sigue así. Junto a Ruben Vezo forma una buena pareja que solo la vuelta del sancionado Álex Muñoz podría alterar. Ander Capa sigue mostrándose frágil y no termina de convencer. Se defendió bien, excepto en la jugada más importante. El balance queda empañado pero las líneas generales están ahí. La dinámica es positiva. Sigues llevando tres empates y tres victorias en las últimas seis jornadas, sin conocer la derrota, de los mejores números de la categoría. Pero al final de temporada estos dos puntos perdidos en Anduva pueden ser decisivos. Como se suele decir, ahora toca hacer bueno el empate en casa.