Secciones
Servicios
Destacamos
Suena el silbato. Final. Aplaude el Ciutat y se escucha el cántico del «¡sí se puede!» cuando los jugadores dan una vuelta con más timidez que orgullo al estadio como agradecimiento popular. Se puede, claro que se puede. Pero así no, desde luego. El Levante termina esta parte de la película quedándose en el umbral. Acabar terceros con la plantilla que se supone iba a darse un paseo por el barro de Segunda es dejar las cosas por hacer, con el riesgo que eso supone. No queda otra que volver a ilusionarse, pensar que sólo empatándole al Albacete –se le ganó en Liga 2-3– allí y aquí se habrá salvado el primer envite, pero convendría hacer una profunda reflexión colectiva, entrenador incluido, para aclarar algunos conceptos que no estaría mal tenerlos bien claros para esos próximos desafíos.
Ganarle en la prolongación a un rival ya de vacaciones pero bien trabajado como el Oviedo tiene su punto, pero de nada sirve haber pensado en metas mayores porque el equipo está como está: justo de batería y corto de ideas. Ni el Leganés dio la sorpresa al Granada de Paco López –qué envidia– ni había gasolina suficiente para pensar en una media docena de goles.
Este Levante actual está cogido con pinzas. Ni tiene frescura en el centro del campo, con Iborra viéndolas venir en la tela de araña que tejen los rivales, ni posee la suficiente capacidad para improvisar sobre la marcha. Juega tan plano y previsible, que se repiten los patrones. Quien viera el partido contra el Ibiza ya se puede imaginar cómo fue este duelo contra el Alavés. Ni el ambientillo festivo pero nada asfixiante de Orriols hizo que se variara el patrón. Los levantinistas, jugando al pie y al trantrán casi duermen a la grada en el primer tiempo. De sobra es conocido que el Levante tiene un serio problema con el gol, pero quizás el quid de la cuestión tiene un alcance mayor. Jugando como se jugó, excepto el último arreón final, puede subir por suerte o porque el rival no sepa cómo hacerle daño en defensa, pero desde luego pensar que por cuestiones propias se puede conseguir es ciertamente difícil. Y lo curioso es que a Calleja la cosa no le debe coger por sorpresa ya, pero lo que se dice reaccionar, parece que le cuesta más de la cuenta.
Sólo hay que ver lo que ocurrió en el primer tiempo para obtener una lectura más ajustada a la realidad granota. Los tímidos intentos de Montiel, un despeje mal orientado de un defensa ovetense, el gol anulado a Bouldini por contacto con el portero y el tanto también anulado al Leganés en Granada hicieron que el partido no acabara en una somnolencia general. ¿De verdad alguien pensaba en este equipo que podían meter seis goles?
Las previsiones se fueron cumpliendo. Al Levante se le atragantan los adversarios que echan el ancla en el centro del campo y le dejan la iniciativa totalmente a Pepelu. Si cada uno sigue en su sitio esperando que el pase le caiga a los pies y cuando la cosa se calienta más de lo esperado se centra casi por quitársela de encima a Bouldini... es que no hay recursos ni imaginación. La cosa no pinta bien. Decir lo contrario es engañarse tontamente. De ahí que pasara lo inexplicable, que cuando tú eres un candidato serio a subir y juegas sin enseñar los dientes, va y te la clavan. Avisó Moro la primera vez pero a la segunda dejó mudo el Ciutat. Volcado casi por obligación el Levante en campo visitante, la arrancada del chaval ovetense le permitió colarse hasta el interior del área con tan buena fortuna para él que su centro lo mete en propia portería Postigo. Si algo podía salir mal, desde luego ése era el principio para pensar que todo se iba a volver más gris de lo esperado. Del aburrimiento general al abatimiento. Mejor pensar ya en qué hacer si quedas cuarto y te la juegas contra el Eibar, que aspirar al tercer puesto y medirte al Albacete.
Sólo el gol de De Frutos, en una acción basada en el empuje, permitió una alegría a la grada. El tanto, para variar, con toque al portero y casi con un defensa evitándolo en el último momento. De Frutos no es el De Frutos, ni de lejos, del año pasado. No se va de nadie. Y eso el Levante lo acusa. Pero al menos el gol debe servirle para crecer en autoestima. Si el Levante no funciona por las bandas (porque Cantero dejó todo el espacio a Saracchi y nada se hizo), pensar en que puede hacer daño por el centro es todavía más complicado. Sólo la entrada de Wesley inyectó esa vivacidad que el público estaba esperando y que ni un solo jugador había aportado hasta el momento. Con dos cosas que hizo, bien intencionadas algunas y carentes de sentido otras, el Levante recuperó algo de color. Llegaría el golpeo de Pepelu al larguero y ya la acción casi a la desesperada granota. Un centro, otro, otro más... pero siempre facilones, ninguno con maldad y con la tensión necesaria. El dominio fue abrumador levantinista, como casi siempre, pero sin la capacidad suficiente para ir poniendo garantías que el play-off va a ser al menos competido. Desde luego, si alguien cree que el Albacete lo va a poner fácil, que se le vaya quitando la idea de la cabeza. No tiene nada que ver con el Oviedo, ni con el Ibiza, por ejemplo.
Sólo cabe esperar, por el bien de la familia granota, que el Levante va a ser capaz de transformarse. Quizás, sirva hasta pensar que el juego más decidido y valiente –pero también de mayor calidad– del conjunto albaceteño puede facilitar también al menos que el Levante intente morder. Ese gol de Wesley debe servir al menos para ello. Qué lástima ese 0-0 contra el Ibiza...
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El arte y la realidad virtual, unidos en el restaurante Mugaritz
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.