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MOISÉS RODRÍGUEZ
Viernes, 5 de enero 2018, 00:13
Siempre ha estado ahí. Morales, el futbolista que se curtió en el frío y el barro de Eibar para convertirse en el santo y seña del Levante cuando había meditado renunciar al sueño de hacerse un hueco en el balompié profesional. El Comandante fue la referencia en una permanencia, sufrió un descenso y no abandonó el barco durante su travesía en Segunda. Ahora, de regreso a Primera, asume todavía más galones de líder. Él siempre lo intenta. Le pone electricidad y mucho corazón a cada acción y, sobre todo, no le puede la presión. Le da igual que se escriba y se coree a diario que este equipo carece de gol. Le importa un bledo que un estadio entero pite contra él. Morales asume responsabilidades, incluso aquellas que no son del todo suyas. Anoche, frente al Espanyol, aportó un tanto y fabricó otro.
Porque esa carencia también ha estado siempre ahí, desde aquella maldita acción fortuita en la que Roger se lesionó de gravedad. Mientras en el club se aguarda con confianza al de Torrent, el equipo padece una pertinaz sequía goleadora. El resto de los '9' han sido un drama. A Álex Alegría no le dio tiempo a adaptarse antes de irse a la enfermería para lo que resta de la temporada. Enes Ünal apuntó maneras en el poco tiempo que estuvo y de Nano y de Boateng, ¿qué decir? El africano tuvo ayer una nueva oportunidad en la Copa, torneo en el que sí ha visto portería, ya que marcó en Girona.
Si desde el principio se vio que al chico le falta para competir en la máxima categoría española, la ansiedad que genera a los delanteros que pasen los minutos sin marcar ha acabado asfixiándole. Boateng no aportó nada anoche al Levante en Cornellà. Alguna caída a banda y balones bajados de forma esporádica de espaldas al marco. Muy poco para asumir el rol de un '9' de referencia aunque sea en un equipo modesto. Para colmo de todos sus males, en la primera acción de la segunda parte y tras un gran avance por la izquierda, se encontró con un balón franco en el área pequeña y disparó contra Diego López.
El Levante de Muñiz es el producto de una buena receta y de un desafortunado olvido a la hora de añadirle la sal al guiso. El equipo juega bien. Muy bien en muchas fases de los partidos. Profundiza por las dos bandas con una notable coordinación entre laterales y extremos. Coke debutó anoche como granota, pero evidenció que es un jugador experimentado. Debe aportar y mucho a la causa.
Pero falta gol. Y eso lo sabe Quico Catalán, Tito, Muñiz y hasta los rivales. Quique, sin ir más lejos, concedió el balón al Levante en el inicio. No le estresó que el rival llegase por banda y metiese balones al área. En toda la primera parte, los jugadores granotas no remataron desde dentro de la zona de castigo. Es más, el disparo más peligroso hasta los goles fue de Bardhi, desde la lejanía, tras el rechace de un córner.
El Espanyol, en cambio, sí acertó al primer centro peligroso dentro del área de Raúl. Fue en una falta botada por Piatti que remató a la red Gerard Moreno. Es lo que tiene contar con delanteros experimentados en Primera, como el ex del Villarreal, Sergio García o Leo Baptistao, suplente anoche. Definitivamente, Tito necesita acertar con el delantero. Lo sabe y lo pudo constatar anoche, pues presenció el encuentro en directo en el RCDE Stadium.
Como él mismo dijo en la presentación de Coke, lo acontecido en las 17 jornadas de Liga y una eliminatoria de Copa disputadas, dejan un análisis claro. Y ese diagnóstico es que el equipo está equilibrado, pero le falta gol. Menos mal que está Morales. El Comandante ya extinguió el conato de remontada del Girona en la anterior eliminatoria y ayer empató el partido cuando se le había puesto feo al conjunto granota.
Fue de nuevo en otra buena acción por banda. Toño peleó un balón que parecía destinado a rebasar la línea de fondo y su centro lo interceptó Víctor Sánchez con la mano. El Levante ya había reclamado otra pena máxima por idéntica acción antirreglamentaria de Dídac Vilà. A la segunda, Fernández Borbalán sí la concedió, a pesar de las protestas de los jugadores y público del Espanyol, que reclamaban saque de puerta a modo de salvavidas. Morales, entre el griterío, engañó sin inmutarse a Diego López.
La segunda parte fue diferente. El Espanyol atosigó más el marco de Raúl, aunque lo primero que sucedió tras el paso por los vestuarios fue la inmejorable ocasión que pifió Boateng. A Muñiz se le puso el miedo en el cuerpo cuando un remate seco, durísimo de Sergio García se estrelló en el poste. El entrenador asturiano invirtió sus cambios en fortalecer el centro del campo, sobre todo con las entradas de Doukouré y de Rober Pier. El premio, sin embargo, sería para Ivi.
Morales, de nuevo el Comandante, se disfrazó de rey mago. Peleó otro balón que amenazaba con irse por línea de fondo. Esta vez no protestó nadie. Simplemente, tuvo más fe que el defensor del Espanyol. Le ganó la partida y trazó el pase de la muerte, al punto de penalti, donde intuyó que debía llegar alguien. Y ese fue Ivi, para batir a Diego López y colocar el 1-2.
A partir de entonces, el equipo supo sufrir, otra de sus virtudes. El Espanyol apretó el acelerador y, hay que ser justos, la fortuna le dio la espalda. Casi al final, Darder se encontró de nuevo con el poste con otro gran disparo, este desde fuera del área. Al final, Raúl, con un paradón, evitó el empate. Lo que sí es inevitable es que Tito fiche un delantero. El Comandante es mucho comandante, pero este buen guiso reclama a gritos una pizca de sal.
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