El pizzero goleador

Adrián Vilaplana juega en banda derecha. Quizás podría comparársele con Morales o, en los últimos partidos, con Bardhi. Además, él tiene olfato de gol. «En el primer campeonato que disputé, en Albacete, metí el gol que nos dio el título», precisa. Defiende la camiseta granota, pero ahora viste de rojo. Tiene una sonrisa de oreja a oreja: «Aquí somos un equipo, como en el césped». Se refiere a la pizzería de la avenida Primado Reig donde trabaja desde hace un mes. Aún se está cogiendo en su nuevo puesto, donde tiene maneras de crack, como en el terreno de juego, donde admite por lo bajini que admira a Cazorla. Lo hace con otra sonrisa, pícara, cuando también reconoce que es un poco del Villarreal: «Le tengo simpatía desde que bajó a Segunda. Este sábado igual voy al Estadio de la Cerámica».

Con timidez pero sin esconder la verdad. Es incapaz, fruto del síndrome de Asperger que padece y por el cual tiene una discapacidad del 65%. Pero esto no le impide ni relacionarse con los amigos, ni hacer deporte ni, por supuesto, trabajar. Lo ha hecho en fábricas, en una cooperativa y, ahora, en una pizzería, fruto del convenio entre Telepizza y La Liga. Es el noveno jugador de LaLiga Genuine, campeonato en el que participan 36 equipos de personas con otras capacidades de toda España, que es contratado para uno de los establecimientos de la multinacional.

«De momento trabajo por las mañanas, pero si me toca noches, no hay problema», afirma Adrián Vilaplana. «Ahora hay metro hasta las 2.30 y total, desde Museros son siete paraditas. Pero me quiero sacar el carnet de conducir», comenta el joven, que en estos momentos compagina el trabajo, con el fútbol y sus estudios para obtener el graduado escolar.

Adrián empezó a jugar a fútbol en su pueblo, en la UE Alginet. Allí militó desde alevines hasta juveniles. «Entonces nos descartaron a tres chicos. Me enfadé un poco, pero tampoco pasa nada», recuerda. Aquello ocurrió en 2009 y no dejó de practicar alguna modalidad: «Hacer deporte me ayuda a levantarme en los malos momentos».

Un día, en 2016, iba en el metro camino del Ciutat y se encontró con Héctor Benito. «Me contó lo del Levante EDI y me dijo que fuese a probar», recuerda. Aquella tarde, se le abrió un nuevo mundo. Recaló en el proyecto granota, se entrenó durante todo el verano y luego llegó el torneo de Albacete donde marcó el gol que valió un título.

«Me encanta el fútbol y quiero seguir jugando mucho tiempo», asegura. Pero no sólo practica balompié. Desde hace un año ya no reside en Alginet, sino en Museros. «Me gusta salir a correr y voy hasta Albuixech. Tengo ganas de que llegue el calorcito y coger también la bicicleta», relata Adrián Vilaplana.

Aprovecha la ocasión para saludar a Koke Vegas, el guardameta del Levante cedido en el Deportivo. «Lo está pasando mal, ojalá puedan salvarse», indica Adrián, que está especialmente contento. Le han visitado sus compañeros del Levante EDI. Tiene a sus dos equipos en el mismo establecimiento. «El fútbol genera pasiones, pero debe servir para transmitir valores como la inclusión y muchos otros», subraya Vicente Herrero, director del modélico proyecto de la Fundación granota. El chico saluda uno por uno a sus compañeros antes de invitarles a la cocina. Ellos ya saben cómo amasa goles y ahora les va a enseñar cómo se prepara una deliciosa pizza.