De camino al Ciutat de València, en los vagones del metro, escuchaba una conversación de un padre granota con su hijo vestido de arriba a ... abajo con la equipación oficial del Levante. El retoño, todo ilusionado de ir a ver un nuevo partido de su equipo, preguntaba: «¿Ganaremos hoy, papá?». «Seguro que sí, ya verás», respondió el progenitor. «Pero si no le marcan a nadie, sobre todo Romero, que es malísimo», acuñaba el pequeño de la casa. Qué curiosas son siempre esas conversaciones a toro pasado. Bien seguro que el padre le dio una lección de por qué no se debe criticar a un jugador por un mal partido, como el que tuvo Iván Romero en Castellón.
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El delantero granota se reivindicó ante el Ciutat de València con un doblete en la primera mitad que sirvió para que el Levante se volviese a reconducir por la senda de la victoria, pudiendo así dormir en puestos de play-off y a tan solo un punto de la plaza que da acceso al ascenso directo. Los de Julián Calero no hicieron prisioneros ante un débil Deportivo de La Coruña, que tuvo más nombre e historia que calidad. Más allá de unos pocos destellos de Yeremay Hernández y David Mella, los gallegos apenas generaron peligro y se mostraron frágiles atrás, permitiendo al Levante dominar el encuentro de principio a fin.
Levante UD
2
-
1
RC Deportivo de La Coruña
Un triunfo casi perfecto —se esfumó la portería a cero al final— y demostrando que lo de El Sardinero y Castalia fueron tropiezos que ya se quedan atrás y que ahora toca mirar hacia delante y arriba. La sequía goleadora de tres partidos se extingue con una actuación individual destacable, de un Romero que no había tenido ninguna gran tarde todavía como levantinista. Dos goles en un mismo partido —el curso pasado solo metió uno— para alcanzar los tres en su cuenta particular y demostrar que a este Levante lo que le pasaba era que se le había mojado la pólvora, y que sólo había que secarla para que el rifle volviese a acertar en la diana.
Ya en el minuto seis de partido los de Calero avisaron de sus intenciones con un tiro lejano de Carlos Álvarez que provocó la primera parada del portero Helton, que desvió a córner. Precisamente en ese saque de esquina encontró petróleo la máquina granota. La puso con mimo Pablo Martínez al corazón del área, y ahí apareció el protagonista de la tarde, Iván Romero. Con sus 172 centímetros, se levantó por encima de los centrales gallegos y remató de cabeza para perforar la red del Deportivo. Su celebración denotaba que el tanto le permitía quitarse un peso de encima y dar un puñetazo sobre la mesa para acallar a esos críticos, como el joven granota del metro.
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El Deportivo quiso responder rápidamente al golpe encajado con la misma medicina, pero el travesaño repelió un testarazo de Villares tras una falta colgada al área que parecía más un minicórner por lo escorada que estaba. Fueron los mejores minutos de los visitantes, que consiguieron enchufar al hasta entonces tímido Yeremay, que empezó a dejar destellos como un taconcito y a enlazar combinaciones con Lucas Pérez.
El Levante, viendo que empezaba a defender más que atacar, volvió a tomar el timón mediante Carlos Álvarez, que tuvo una muy clara con un remate franco que acabó dirigido al muñeco. Paró Helton, pero la jugada continuó y Pablo Martínez enganchó un disparo lejano desde el costado izquierdo que acabó siendo repelido por el palo hacia fuera. Los de Calero volvían a sentirse cómodos arriba y así llegó el segundo gol de la tarde. De nuevo una buena combinación en el centro del campo permitió a Sergio Lozano —estelar en el primer tiempo— lanzar un pase al espacio en busca de la carrera de Romero. Como en Castellón, se quedó mano a mano con el portero, y no dudó: la picó por encima de la salida de Helton y el balón fue botando lentamente hacia la portería. Ahí apareció Pablo Martínez, que pudo haberla empujado para asegurar el tanto, pero protegió el esférico para que la defensa gallega no pudiera sacarla bajo palos y la pelota terminó entrando ella sola.
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El Levante se marchó al descanso con un rédito de 2-0 gracias a ese doblete de Romero que levantó de sus asientos a los asistentes al Ciutat —buenísima entrada para ser un partido a las 19 horas un jueves laborable—, que tras el paso por el vestuario, recibieron con una mezcla de pitos y aplausos a Mohamed Bouldini en su regreso a Orriols. En la segunda parte, con el marcador a favor y el resultado controlado, Calero dio minutos a los menos habituales pensando en las inevitables rotaciones que tendrá que hacer este domingo en Granada, pero eso sí, con la confianza de haber ganado otra vez, aunque Barbero metió el miedo en el cuerpo con un tardío gol casi en el añadido que hizo sufrir al final.
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