Soy una defensora acérrima de la labor que realizan las diputaciones provinciales. De hecho, las entiendo mejor que a las comunidades autónomas, sobre todo porque –afortunadamente– no pueden hacer leyes ni normativas y básicamente su cometido es el de administrar los servicios públicos en las provincias en las que están enclavadas. El Ayuntamiento de Ayuntamientos.
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Los diputados provinciales, además, están en contacto permanente con la gente de a pie, con nosotros los administrados, porque son concejales de sus poblaciones, van a los plenos municipales y conocen –o al menos deberían conocer– las preocupaciones de sus vecinos.
Mi padre fue diputado provincial y le gustó serlo. Es más, recuerdo que una vez, fallecido ya mi padre, un diputado provincial de otro partido me contó que cuando su formación política le propuso bien ir a la Diputación o bien al Gobierno Autonómico, consultó con mi padre, porque lo conocía, y éste le animó a ir a Diputación. “Es mucho más bonito porque es mucho más real”, le dijo. Así eligió y quedó contento con la decisión.
Un diputado provincial, si hace bien su trabajo, recorre los pueblos de la comarca en la que está adscrito preguntando a alcaldes y concejales qué necesidades tienen y luego lucha por ellas. Porque representa a su municipio y a su comarca. En la Marina Alta tenemos ahora mismo a tres: a Juan Bautista Roselló, del PP; a Óscar Mengual, del PSOE y a Gerard Fullana de Compromís. A los tres los conozco, aunque tengo más tratados a los dos primeros, esa es la verdad.
Sigamos: los diputados pueden tener también otras responsabilidades además de servir a sus pueblos, como son Ciclo Hídrico (imprescindible); Hogar Provincial (que hace una labor tremenda); Asistencia a Municipios (valor primigenio de la Diputación), Servicios Sociales, Arquitectura, Cultura, etc.
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Quizá porque es una administración próxima, porque le tengo respeto y porque creo en su utilidad, es por lo que estoy profundamente molesta por cómo han llevado la no entrega del Premio Enric Valor. Y si no saben, se lo explico: el premio más importante a nivel provincial de literatura en valenciano pretendían entregarlo casi a escondidas en un despacho: aquí la estatuilla, posa, sonríe, click-click/flash-flash y hasta luego. Normal que el premiado, Jovi Lozano Seser, ondarense de nacimiento y vocación, se haya indignado. Porque me he indignado hasta yo, que no pinto nada en todo esto.
He leído las explicaciones de la Diputación y aunque las demos por ciertas (que seguramente lo serán) no es excusa ninguna. Pero como creo en la Diputación, espero de todo corazón que rectifique, que hagan un acto como manda la importancia de este galardón y que luego podamos todos ir a brindar por el arte de Jovi que es mucho y grande.
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