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CONCHA PASTOR/ ÓSCAR DE LA DUEÑA
Martes, 18 de agosto 2020, 21:42
Los incendios de los últimos días en varios puntos de la Comunitat Valenciana evidencian el riesgo al que están sometidas las amplias masas forestales valencianas. Los fuegos de Benimadroch, en Xàbia, en la tarde del lunes; o los surgidos en márgenes de carreteras entre Orba y Murla, o en las inmediaciones de Gata de Gorgos, podrían haber sido la antesala de grande catástrofes medioambientales.
Los montes valencianos carecen de mantenimiento pese a que acumulan restos de ramas y de vegetación seca. Son un verdadero polvorín. Ejemplos de esta dramática situación hay en varios puntos de la Comunitat donde la Dana de enero derribó árboles: Enguera, en Valencia, y Serra Mariola o La Carrasqueta, son sólo algunos de los casos.
De hecho, Guardia Civil y la Conselleria de Agricultura investigan si un pirómano está detrás de los hasta siete incendios que se han declarado en apenas tres días en distintos puntos de la comarca alicantina de la Marina Alta. Esta situación preocupa, y mucho, a los vecinos de Xàbia, que vieron el peligro muy de cerca. El incendio de la zona rural de Benimadroch puso en jaque a los residentes en el área del conector del Montgó. Sintieron miedo al comprobar que las llamas estaban a escasos metros de sus casas.
Unas horas después que el fuego arrasase dos hectáreas de pinada, olivos y matorral, uno de los afectados comentó que «dentro de nada, se pegará fuego toda Xàbia si no limpian la maleza de montes y parcelas privadas». «Está todo abandonado y hecho un desastre», apuntó Carlos Andarias, un joven que acudió a rescatar «como pude y con ayuda de un amigo a mi perro y mi caballo». Además, ayudó a sacar de cuadras y casitas a los ponis, pájaros, y otros canes, que se pusieron muy nerviosos con el ruido de los helicópteros.
Los voluntarios de Protección Civil, policía y bomberos, evacuaron a una mujer con movilidad reducida de esta partida rural. Andarias explicó que el área arrasada, conocida como la 'Pinaeta de Trilles', es una zona de caza, y con casas rurales a las que acude gente los fines de semana.
Muy cerca de donde comenzaron las llamas vive David Galea, quién pasó miedo «porque estuvo muy cerca de pasar a mi pinada. Ahora que ha pasado todo, pienso que se podría haber liado una gorda». Para Galea fue determinante la rápida actuación de los medios aéreos, «y el viento» . Este vecino incidió también en la suciedad de los campos cercanos, que son un polvorín.
Pilar Alentado, dueña de la piscina de la que se abastecieron los helicópteros para apagar las llamas, recordó que fueron sus hijos quienes le alertaron del fuego: «mamá, tenemos susto hay un incendio». Ella, se encontraba fuera, pero de inmediato regresó y «ya estaba controlado». Pero, «el problema es que las parcelas como la que yo tengo aquí al lado están abandonadas y son un peligro para la vida de todos los que vivimos aquí».
El alcalde José Chulvi dejó claro que se pide a los propietarios de parcelas que las limpien, «se les mandan requerimientos y se les imponen multas».
Ante toda esta situación desde el PP de la Comunitat reclamaron actuaciones contundentes para evitar nuevas catástrofes. La diputada Elisa Díaz denunció recortes del Consell: «Sólo ha ejecutado el 6% de lo previsto en la lucha contra incendios».
La popular dijo que es «escandaloso» que en el verano «más seco y complicado» para el monte, tanto por el Covid-19 como porque «se arrastran los problemas de los dos temporales que provocaron destrozos en 2017 y 2020«, el Consell «recorte en la lucha contra incendios».
Los casi 800 residentes de La Llacuna, un paraje de montaña de Villalonga, viven con el miedo en el cuerpo. «Esto es un polvorín, no se limpian ni las parcelas privadas ni la montaña, una chispa hará que todo esto salte por los aires un día», indicó Xelo Muñoz, vecina habitual. En el residencial hay unas 400 casas y desde hace años claman por un plan contra incendios. «Es cierto que en algunos caminos se están limpiando los márgenes, pero si se declara un fuego se llevará por delante las más de 400 viviendas y todo el paraje puede desaparecer en horas», apostilló Muñoz. «El Ayuntamiento o el Consell deben obligar a los propietarios a adecentar las parcelas. Que estén descuidadas y que la maleza crezca sin control puede suponer una catástrofe», concluyó.
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