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Juan Roig Valor
Martes, 30 de enero 2024, 17:21
Los coches modernos vienen con concesiones implícitas. Sí, son más seguros, más silenciosos, más cómodos y menos contaminantes que nunca. Con las prestaciones ocurre lo mismo: un Toyota Yaris GR de 2023 acelera más rápido que un Porsche 911 Turbo de 1983, que era el coche de producción más rápido del mundo.
Es, además, más fiable, más barato de reparar y cuesta, ajustando a la inflación, unos 100.000 euros menos. El Bluetooth se conecta inmediatamente y el aire acondicionado enfría al instante.
Sin embargo, si un vehículo moderno detecta que te acercas al carril contrario sin mantener una perfecta línea en el centro, dará un volantazo para salvarte de la muerte por una colisión inevitable. O, si opina que ese seto en la parte trasera no es un arbusto sino una mujer empujando un carrito de bebé, el frenazo bastará para incrustar el volante en tu esternón.
Por no hablar de superar el límite de velocidad en un kilómetro por hora en una zona de 30, lo que provocará una alarma como si se hubiera fundido el núcleo del reactor en Chernóbil.
Los sistemas de asistencia a la conducción (ADAS, por sus siglas en inglés) pueden ser un incordio, pero han llegado para quedarse. Es indiscutible que ayudan a prevenir accidentes y que, cuando estos ocurren, son menos severos. Asegurar un vehículo que cuenta con ellos es más barato, porque los pitidos de estacionamiento y las cámaras traseras han hecho menos peligrosas a las columnas de los garajes.
Según el Proyecto Vidas, en el que participan Bosch y la Fundación de la Seguridad Vial, Fesvial, si todos los vehículos estuvieran equipados con estos sistemas, se podrían mitigar un 40% de accidentes, un 37% de lesiones y hasta un 29% de muertes. Por ello, la Unión Europea ha regulado que muchos de ellos sean obligatorios –en julio de 2024 llegarán ocho nuevos, entre los que se incluye la frenada de emergencia para peatones y ciclistas–.
Sin embargo, para desactivarlos, la normativa dicta que se tiene que seguir «una secuencia de acciones», por lo que un simple botón de fácil acceso es imposible.
Más seguros, pero un incordio. Incluso para los vendedores de los concesionarios, que opinan que sí, los ADAS son esenciales para la seguridad vial, pero algunos de ellos son tan difíciles de explicar que un tercio prescinde de hacerlo para enfocarse en la venta.
Según una encuesta realizada en 150 concesionarios de cinco grandes ciudades españolas, los comerciales de las redes no notan que sea prioritario para el cliente. De hecho, está en quinta posición, por detrás de la fiabilidad de la marca, el consumo de combustible, el equipamiento multimedia y las prestaciones. Curiosamente, importan más que las emisiones de CO2.
La percepción de los vendedores es que un 72% de los clientes están dispuestos a pagar más por los ADAS, siempre y cuando este importe no sea mayor a 1.000 euros. Si es así, la venta podría verse comprometida.
Lo cual pone de manifiesto una de las realidades del parque español: además de envejecido, su nivel de equipamiento es bajo, por lo que la mayor parte de ellos no cuenta con sistemas de asistencia, que están reservados a modelos de gamas más altas.
Por ello, el responsable de Legislación y Vehículo autónomo de Anfac, Julián Brouté de Hita, que participó en la mesa redonda posterior a la presentación del informe, afirmó que «la medida más importante de seguridad que podemos tomar es renovar los vehículos por coches que tengan ADAS». Esta opinión fue suscrita por sus interlocutores de Bosch, Faconauto y Fesvial.
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