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De Lim a Johor, todo un carrusel de caprichos

De Lim a Johor, todo un carrusel de caprichos

Siete años de dislates. Meriton ha protagonizado episodios de todo tipo: despersonalizando al club, blindando a la propiedad frente al pueblo y quemando presidentes con la misma facilidad que a los entrenadores

Domingo, 7 de marzo 2021, 01:12

A golpe de Instagram vuelve a funcionar un club de raíces tan profundas como el Valencia, con la diferencia esta vez que ahora, en lugar de ser Kim Lim la que ejerce de revoltosa portavoz de su padre o de publicitar el club imágenes de un hipopótamo defecando, es unas veces el príncipe de Johor y otras la mujer del que puede ser el futuro director deportivo el que se encarga desde miles de kilómetros de asumir la peculiar estrategia de comunicación valencianista. Todo parece valer ya en este desconocido Valencia que se aleja cada vez más del pensamiento que algunos integrantes de la plataforma De Torino a Mestalla expresan en voz alta cuando celebran sus reuniones ante lo que presumen puede ser su asalto definitivo: «Hay que salvar el club... por nuestros nietos».

Es más que probable que Ismail Idris, el nuevo protagonista de la actualidad blanquinegra, no sepa ni quiénes son esta gente de De Torino ni lo que encierra propiamente el significado de ese término. A sus 36 años y cuando se barrunta una llegada agitada en los próximos días a Valencia, el príncipe de Johor se va a encontrar un entorno mucho más envalentonado que el que adoctrinó Amadeo Salvo para recibir a Peter Lim cuando tomó posesión formalmente a finales de 2014. En siete años –dos más de lo que creía por entonces Aurelio Martínez que iba a durar la experiencia del empresario singapurense–, el Valencia se ha convertido en un club en continúa perturbación. La 'paz' sólo se mantuvo dos años. Los primeros. Luego, cuando se apagaron los éxitos –reducidos a la vuelta a la Liga de Campeones– y empezó Lim a anteponer sus caprichos a la lógica, el Valencia fue poco a poco transformándose y despersonalizándose por el trasiego de entradas y salidas de empleados (cerca del centenar): desde personal de todo tipo y función en oficinas, escuela y primer equipo; hasta técnicos y directores deportivos, sin olvidarnos de presidentes, consejeros y altos ejecutivos. Lim quema gestores con la misma facilidad que elige y despide entrenadores y secretarios técnicos. Y cuando no los tira, se van hastiados. Amadeo Salvo resistió bajo el dominio singapurense oficialmente tan sólo siete meses. El empresario valenciano fue quien tuvo que asumir antes decisiones tomadas desde Singapur tan caprichosas como por ejemplo el despido de Pizzi para hacer hueco a Nuno, y tan impopulares como la mordaza a la prensa en las juntas de accionistas. Meriton, por cierto, vio en aquella junta de 2014 que la medida se quedó corta. La mala gestión de la crítica ha llegado a tal extremo que después de aquello y viendo lo que ocurría en las posteriores, se acabó impidiendo la entrada a los periodistas. Pero no contentos con eso, el último paso en esa misma línea fue la de aniquilar las voces en las asambleas, cambiando el mínimo de acciones para estar presentes en las mismas. Se acabaron las multitudinarias juntas donde, al menos una vez al año, se escuchaba al pueblo, que creía tener derechos enfrente del 83% de Meriton.

Por eso, la junta donde debutará el príncipe de Johor se ventilará en un abrir y cerrar de ojos. Nada que ver con lo que tuvo que aguantar una Layhoon Chan que nunca entendió ni del balón ni de sentimientos futbolísticos. Con ella, la tercera gran protagonista de la historia de Meriton en el Valencia, Lim acabó perdiendo la paciencia porque el fútbol terminó atropellándola. Dos años y medio resistió como cabeza visible la ejecutiva, que trató de impulsar la cara B del fútbol, dando protagonismo al papel de la mujer –que se lo pregunten al Valencia Femenino– y a las acciones de carácter humanitario. Respetada eso sí por sus maneras, bajo su mandato desfilaron cinco entrenadores, no se jugó ninguna competición europea y cometió considerables deslices, aunque tras lo visto esta misma semana con Anil Murthy, lo cierto es que pierden enjundia. A ella, ovacionada en su primer discurso –aquel de las naranjas que comía de pequeña–, le superó el Valencia y el fútbol en general. Ni era «Peter Lim», como dijo, desafiante a veces a la prensa; ni era «el referente del vestuario» ni tenía validez cuando soltó aquello de «no queremos vender a Paco Alcácer».

Si el príncipe de Johor termina como parece llevando la gestión del Valencia, la incógnita es cómo se conjugará el peso de Singapur con el punto de vista de un Tunku Ismail que reúne la curiosa condición de doble heredero. Por un lado es el primero en la línea de sucesión al trono del sultán de Johor y, por otro, el hombre elegido por Lim para asumir un paquete accionarial que podría rondar el 30%. La ampliación de capital que se antoja necesaria y el futuro traspaso de poderes están en boca de todos.

No calmará en cualquier caso la montaña rusa –por responsabilidad de Meriton–, que ha llegado al punto más ácido con Anil Murthy. Nadie podía sospechar que la persona elegida para representar al Valencia, avalada por su quehacer diplomático, fuera el protagonista de escenas tan grotescas como la de presentar su propio trasero para referirse al futuro del nuevo Mestalla o declarar abiertamente la guerra al presidente de la Generalitat. Nunca antes ningún presidente del Valencia había entrado en ese combate cuerpo a cuerpo con la máxima representación autonómica. No son pocos los que piensan que en realidad Murthy ya está 'quemado' y que ha empezado la cuenta atrás para resolver su futuro como dirigente valencianista (Joey Lim se quedaría como hombre de confianza del dueño). Camino de su cuarto año, se irá como presidente del centenario y con un trofeo de Copa bajo el brazo, pero dejando abierta una herida que no se recuerda en el valencianismo de la era pre-moderna. Sólo la Asociación del Pequeño Accionista de Vallés y los veteranos que preside Fernando Giner le dan, por así decirlo, una tímida cobertura (los veteranos sólo de puertas para afuera). El resto, incluidos los políticos de todos los colores, ha conseguido ponerlos a todos en su contra. «Él no haría nunca nada si Lim no lo autoriza», dice un alto exempleado del club. Ese escenario perjudica al príncipe de Johor, que tiene hasta junio para frenar el carrusel de despropósitos.

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