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EFE
El estado de los tribunales

Sánchez, manual de la víctima perfecta

El hombre que concedió indultos y amnistías sin ruborizarse se plantea rendirse ante una denuncia sin recorrido

A. Rallo

Valencia

Jueves, 25 de abril 2024, 23:32

La historia. Pedro Sánchez ha escrito una carta en un tiempo en el que sólo escriben cartas -y breves, apenas unas líneas poco esforzadas- enamorados de primera generación. Anuncia el presidente su intención de pensar, de analizar qué está pasando -veremos si logra explicarlo- y ... no descarta abandonar la presidencia del Gobierno. Lo hace tras la apertura de unas diligencias judiciales para investigar el papel que ejerció su mujer en la recomendación de empresarios que se beneficiaron de adjudicaciones públicas. No es un órdago menor el que pone sobre la mesa alguien acostumbrado a la épica. De ser capaz de jugárselo todo al rojo y que le salga... el rojo. De ser el ideólogo de la sorpresa más inesperada. Autor intelectual de guiones que ni diez periodistas ociosos en una tarde de lluvia alcanzarían a elaborar. En su último juego, ajeno a la solemnidad de la institución que representa, Pedro Sánchez ha decidido que ahora toca ser víctima. Quizá pretende ser la más importante en la historia de España. Planteó cinco días -plazo suficiente para mantener el misterio, ni muy largo para no hacerse pesado ni muy corto para que el efecto de la performance se disuelva a las 24 horas- y a pensar todos. El numerito resulta cómico. Qué imagen transmite un presidente que se muestra dispuesto a dejar la presidencia por una denuncia que carece de recorrido judicial. De hecho, la Fiscalía, 24 horas después ya ha pedido el archivo, en una maniobra que, sin duda, se repetiría con la misma velocidad si fuera cualquier otro el perjudicado. Un pequeño inconveniente judicial parece que lleva a una claudicación del líder socialista. Un hombre con la entereza suficiente para negar los indultos y concederlos meses más tarde, para frenar un pacto de Gobierno con Podemos y terminar sellando el acuerdo, para rechazar una amnistía y vender meses después los beneficios de ese paso adelante. Aguantó, sin rubor, todo aquello. Y ahora simula derrumbarse, en público y ante los focos, por una querella que se archivará en breve. ¿Alguien se cree este relato? Hace unas semanas, en esta misma cabecera, titulábamos un análisis como Política sucia. Las reglas del juego, lamentablemente, son esas. Las mismas que él empleó en su momento para recordar desde la tribuna del Congreso el papel de la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Lo de hacerse la víctima es tan viejo como la vida misma. Un intento por aglutinar cariño, simpatía y cierta condescendencia de propios y extraños. Pero no deja de ser una actitud infantil. Francisco Camps también escribió una carta en su momento (2009) que leyó desde el Palau de la Generalitat para defenderse de las investigaciones del caso Gürtel. «En Democracia, a diferencia de la dictadura, quien llamaba al albor de la mañana era el lechero y no una falsa imputación». Por lo menos, le puso algo más de talento.

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