Urgente Un accidente múltiple provoca retenciones en la V-21 sentido Castellón

Cuando estés a punto de tomarte demasiado en serio, para bien o para mal, la plática de un político piensa en esto: el ministro Puente presumió un agosto de que el tren vivía el mejor momento de su historia y destituyó un septiembre al presidente ... ferroviario. Por charlatanes así, en lo concerniente a la gestión pública he terminado haciéndome tan resultadista como Mourinho, pues hay poco tecnócrata eficaz para tanto acróbata locuaz. De ahí mi sorpresa al descubrirme ayer interesado por un debate sobre el estado de la ciudad predestinado, como todos los de su género, a engrosar el inventario de la cháchara parlamentaria. A saber, voces impostadas, risas amigas, broncas que llegan ensayadas de casa y esos conejillos saltando de la chistera del gobernante de turno en forma de promesas que tantas veces son hoy titular y mañana cuenta pendiente -memorables aquellos 'ximoanuncios' botánicos, el tiempo juzgará la generosa cosecha de Catalá-. En mi descargo alegaré que no es que me atrajera el quemarropa de los discursos, porque aquí cada cual vende su libro y por lo común prevalece la ficción sobre la novela histórica. El auténtico origen de mi curiosidad era descubrir cómo plantearía la oposición su estrategia de acoso, ya que hasta el momento la alcaldesa da la sensación de circular con las luces largas mientras a los demás sólo les van las de cruce.

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Reforzaré mi tesis con otro símil futbolístico. Juraría que lo dijo el 'Coco' Basile, aunque no pondré la mano en el fuego, que esto de las citas lo carga el diablo. Cuestionado en la derrota, el exseleccionador argentino replicó con una genuina oda a Pilatos, pásame el jabón que me lavo las manos. «Yo a mis jugadores los coloco bien en la cancha, lo que pasa es que cuando empieza el partido se mueven». La reflexión le quedó divertida, pero no tenía razón. El problema no es que los peloteros se meneen, sino que lo hagan sin ton ni son. Los partidos se juegan en el campo, no dentro del vestuario, y si el contrario anda despierto y te pilla el truco bien harás en improvisar. Deberían pensar en ello los náufragos del Rialto. Cuando aquel 28 de mayo comenzó a perfilarse la alianza PP-Vox, no por más negada menos evidente, hubo pomada sobre las heridas. Alguien garabateó la táctica de la reconquista en la pizarra, «este partido lo decidirán los extremos y el barro», y el equipo saltó al verde bronco y copero recitando para sus adentros el ramillete de ideas fuerza: Barberá a granel, y luego negacionismo climático, machismo, homofobia, movilidad o ecología, clichés que la vertiente rancia del pacto de gobierno nutre gustosa. Pero en este caso es el rival, Catalá, quien se ha movido, jugándoles en campo propio, adueñándose de su discurso. Y así llegaron el respaldo a la Capitalidad Verde, ¿no juraste, Coco, que la incomodaría?, las banderas de la Albufera, el turismo sereno o los Gay Games, las ayudas LGBTI, la pacificación de Colón y la EMT y hasta el homenaje a Vittorio de Sica y 'Ladrón de bicicletas' al robarle la suya a Grezzi con una apuesta por los carriles que, brochazo arriba brochazo abajo, mejora incluso la oferta del italiano. La esperaban en las bandas y Catalá ataca por el centro, pero ellos erre que erre con su pizarra. Y encima Valencia, tiene mala sombra la cosa, es menos insegura y huele mejor. Lo dicen la estadística y el olfato. Árbitro, la hora.

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