Yo viví apenas a 200 metros del barranco del Poyo. En la calle doctor López Trigo de Paiporta. En un piso de mi suegro, con ... mi entonces novia de toda la vida, ahora mi mujer. Por su enorme cauce paseé infinidad de veces a Maya, una elegante braco que más parecía un galgo por lo delgada, zancuda y veloz que era. Allí jugo muchas veces mi hijo mayor, a tirarle piedras a la incansable perra o con alguna pequeña amiga en el parque infantil de la plaza Mayor, junto al 'barranco'. Porque en Paiporta el Poyo pierde su nombre y es simplemente 'el barranco'. En 'el barranco' se disparaban algunos castillos y mascletaes de las Fallas. Allí se celebraba un concurso de 'Tiro y arrastre', la tradicional prueba de velocidad con caballos y carros. Por 'el barranco' paseaban familias, jubilados, hacían deporte los jóvenes o rutas en bici hasta Picanya los más atrevidos con la 'mountain bike'. 'El barranco' era en Paiporta como un vecino más del pueblo. Como el del cuarto piso, puerta once. El chaval amable, educado, de buen trato y sin nada raro. Lo que piensan todos los vecinos al ver al típico residente modelo. Ignorantes de si en realidad puede ser un terrorista huido, un estafador o un maltratador en potencia. Muchas veces sin saber ni el nombre de ese vecino. Igual que 'el Poyo' había perdido su nombre en Paiporta. En ese pueblo, el más golpeado por la terrible DANA, y en todos los municipios que atravesaba como un cuchillo. Ajenos a si el acogedor amable 'vecino barranco' era la cara bondadosa del asesino, de 'El Poyo'. Igual que en Chiva surcaba el pueblo con imágenes ahora arrasadas. Como esa foto en la que se ve un puente casi digno de Venecia y debajo vegetación verde y un aspecto bucólico. Los pueblos habían hecho suyo el barranco que ahora ha segado la vida de 222 personas. Hoy sigo sin dar crédito a las decenas y decenas de vídeos que surcan las redes sobre el instante en que se desbordó en un sinfín de puntos. Con un decenas de personas en todos los pueblos filmando o fotografiando el desastre a pie de cauce. En esta tragedia ha fallado la Generalitat. Ha fallado el Gobierno. Pero también han fallados los alcaldes. En la infausta tarde del 29-O, el alcalde de Riba-roja llamó a un compañero de la redacción para decir que estaba avisando con coches y bandos municipales para que la gente se alejara del barranco y subiera a sitios altos. Sabía la bestía que tenía en el pueblo. Que el vecino amable no era tal. Su municipio, con siete fallecidos, aunque golpeado, puedo haberlo sido mucho más. En los plenos municipales que se están viviendo esta semana en los pueblos afectados, emotivos y tensos, los vecinos están empezando a mirar dentro de sus propias casas. Por qué falló en la alerta la Generalitat, en el apoyo y respuesta el Gobierno y por qué los máximos responsables de los pueblos no actuaron sabiendo el monstruo que tenían en sus calles. Esos vídeos de gente grabando a pie de riada, con el agua ya desbordándose, es la prueba más palpable de que no lo hicieron. Ese mismo barranco de Paiporta en el que yo paseé a Maya y jugué con mi hijo se llenó el viernes por la noche con velas en recuerdo a las víctimas. Sobrecoge verlo habiendo vivido allí. Pero sobre coge más sabiendo todo lo que ha fallado, por parte de todos, y todo lo que sigue fallando. 32 días después miles de personas siguen con cero euros de las tan cacareadas ayudas por su coche, casa o posesiones perdidas. Gobierno. Generalitat. Basta ya. Humanidad y apoyo inmediato para las víctimas.
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