La cosa va de huevos porque en la columna de hoy ponemos el foco sobre el tema, debido a la escasez de ellos por la ... muerte de millones de gallinas norteamericanas afectadas por una gripe aviar. Trump se ha quedado sin huevos y lo que aparenta ser un asunto banal, revela la realidad del orden mundial. Esto no aparece de repente, hace un par de años venían sufriendo contrabando de huevos desde México, agravándose tanto el tema como para llegar a hacer más operaciones de control de huevos de contrabando que de fentanilo, ¿se imaginan a la policía fronteriza? El problema no es de Trump, que lo es, ahora el «marrón» ha pasado a ser directamente para nosotros. Los huevos ponen a cada uno en su sitio: aumenta la demanda en Estados Unidos por la masiva muerte de las gallináceas y automáticamente nos suben los precios. Y es que no mandamos «una higa», que diría mi amiga Sibila, ni aquí ni en Europa.
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La llamadita telefónica de Trump para ir arreglándose el negocio de Ucrania con Putin ofrece muchas pistas de qué papel juega cada uno, incluido el de la vieja Europa gobernada por tantos jefes como países tiene. Así es imposible de gobernar eficazmente, cada uno de su padre y de su madre con intereses tan dispares como sus representantes. Eso sí, Bruselas es el paraíso para cualquier político que sin tener grandes aspiraciones es colmado de ventajas fiscales, económicas y condiciones que en ocasiones roza lo vergonzoso.
Y así nos va, tras la guerra de Ucrania descubrimos que Europa tiene dependencia energética, bien lo sabe Trump y Putin, al que compramos el gas. Importamos más del 90% del gas y petróleo que consumimos, aunque contamos con el sol, el agua o el viento y nadie decide apostar por ello para ser independientes energéticamente.
Me acordaba del genial Gila cuando negociaba con el enemigo los horarios de los ataques para respetar por lo menos la hora de la siesta. O cuando le pedía al enemigo que le devolviera el mapa del polvorín que les había robado un espía, un tal Agustín, bajito, que había ido vestido de lagarterana. Seguro que algo de Gila hubo en la llamada de Trump a Putin porque a ojos de todos queda patente cierta sorna y que se lo van a arreglar entre ellos. Por supuesto, sin tener en cuenta a Europa (que manda una higa) y muchos menos a la principal interesada de todo este asunto: Ucrania.
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Entre unas cosas y otras, ya ven quién se lleva los huevos (y los pantalones) a falta de ver el cierre de esta larga y triste película que no es otra que la de una guerra.
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