Qué baratas están las plazas europeas esta temporada en la liga. El Valencia empató en casa con el Sevilla y ganó un puesto en la ... clasificación. Con eso queda todo dicho. Y, por fin, Baraja abrió la puerta a la realidad. Ya hace semanas que hablar del descenso era un chiste malo pero nadie se atrevía a mirar hacia objetivos mayores. Objetivos que son ilusiones; nunca obligaciones. Y, tras el Sevilla, el Pipo por fin habló de pelear las posiciones actuales en el tramo de campeonato hacia el que nos encaminamos; las diez últimas jornadas. «Llegar bien colocados para pelear». Me sonó a música celestial. Llegué a pensar que nunca lo diría cuando es obvio por qué está peleando su equipo. Betis, Real Sociedad y Las Palmas se juegan actualmente con el Valencia dos plazas europeas. La segura sexta y la posible séptima (de la posibilidad de una octava según ranking UEFA de Federaciones ni les hablo). Y viendo el rendimiento de unos y otros es lícito pensar en algo más que en una permanencia holgada.
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Pero no debemos confundirnos. Que Europa esté barata es una realidad. Que los rivales no aprietan lo vemos cada semana. Y que el Valencia está ahí lo dice la clasificación; la mayor verdad del fútbol. Pero, por muy reales que son estos argumentos, no legitiman a nadie a exigir una plaza europea cuando termine la liga. Hay una delgada línea entre disfrutar la realidad de cada domingo y pasar a pedir objetivos no acordes a esta plantilla. El Valencia no está en posiciones europeas por el nivel de su plantilla sino por el milagroso rendimiento conseguido por el entrenador. Y si -como pasa muchas veces- ese éxito del colectivo por encima de los nombres se acaba cayendo por falta de calidad -por ejemplo que no esté Diego López el equipo lo está notando una barbaridad- habrá que levantarse igualmente y aplaudir a rabiar al término del curso. Es más, yo creo que si el equipo detecta la más leve presión por Europa se puede caer perfectamente mucho antes de lo deseable.
Baraja ha conseguido que los jugadores disfruten de cada partido y de cada victoria sin mirar más allá. Si entre todos conseguimos que ese clima siga así quizá el Valencia se plante a cinco jornadas del final en la lucha brutal en la que se encuentra hoy. Pero sin presión. Vivamos solo la ilusión del momento. Porque con Peter Lim al mando a distancia desde Singapur, igual que este año se ha obrado un pequeño milagro deportivo, llega este verano y vende a Mosquera, Diego López y Javi Guerra y se queda tan ancho. Saben que lo que digo es indiscutiblemente cierto.
Y hablando del personaje, que no me olvide. Del asunto del pleno de ayer sobre el Nou Mestalla y la nueva política frente a Peter Lim solo se me ocurre decir que cualquier medida que se tome para garantizar que el estadio se termine cuando se reinicien las obras tendrá mi aplauso. Lim ha demostrado en múltiples ocasiones que le importa un rábano todo y que no está dispuesto a poner un euro en este club. Que su palabra no tiene ningún valor y que su valor se mide por el dinero que tiene.
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Es tan pobre que solo tiene dinero, dice el refrán. Pues que quede garantizado con ese dinero que el estadio tiene financiación para ser finalizado. Porque, hasta el momento, las garantías presentadas son humo. Tramussos y cacahuetes. Papel mojado. «Voy a hacer» y «voy a tener». Ya vale de jueguecitos. Como ustedes comprenderán, del último que hay que fiarse siempre es del trilero que juega en el parque con la bolita.
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