Muy lejos en el tiempo quedan ya los años en los que el aeropuerto de Manises cerraba el ejercicio con una cifra de viajeros que oscilaba entre el uno y los dos millones de usuarios, a sideral distancia de los de Madrid, Barcelona, Palma o ... Málaga. En la Comunitat, el de Alicante concentraba el tráfico turístico y el de Valencia apenas servía para viajar a la capital de España, ya que todavía no se disponía de la conexión mediante AVE, y para enlazar desde Barajas hacia destinos internacionales. El 'low cost' lo cambió todo. La tendencia al alza experimentada por el aeródromo valenciano se vio interrumpida por la pandemia, como ocurrió en todo el mundo, pero una vez superada, la estadística no para de crecer y en breve alcanzará los 10,5 millones de viajeros, el límite de sus instalaciones. No cabe, por lo tanto, otra opción que la de ampliar Manises. Con independencia de que en un futuro más lejano puedan contemplarse otras posibilidades, como la de una nueva infraestructura. Una alternativa que necesita un tiempo de maduración y el estudio de un emplazamiento viable. La ciudad de servicios y turística en que se ha convertido Valencia precisa de unos medios de transporte acordes al volumen de visitantes que mueve cada año. La Cámara de Comercio presentó este martes un informe que evalúa el coste de no hacer ya la ampliación, es decir, lo que podría perder la economía valenciana. Y que se estima en unos 1.000 millones de euros y alrededor de 17.000 empleos. Un precio altísimo. AENA tiene que ser receptiva no sólo a la reivindicación valenciana, en la que los empresarios y las instituciones públicas (Generalitat y Ayuntamiento) caminan de la mano, como atestigua la presencia este martes de Carlos Mazón y de María José Catalá en la presentación del estudio, sino también a la necesaria celeridad que cabe imprimir a los trabajos para hacer de Manises el aeropuerto que Valencia necesita. No hacerlo, retardar su inicio, representa perder conexiones aéreas y dejar escapar potenciales turistas. Y eso, para una economía que hoy por hoy vive fundamentalmente del turismo, es casi un suicidio. Muy lejos en el tiempo, decíamos, quedan aquellas imágenes de un aeropuerto casi de juguete, de andar por casa, muy cómodo pero de escaso recorrido, fuera de los circuitos internacionales. Valencia juega hoy en las ligas grandes y exige que sus infraestructuras estén en consonancia con los indicadores que maneja.
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