Debemos agradecer mucho al teatro Olympia por habernos obsequiado con un acontecimiento histórico: la despedida de los escenarios de Nuria Espert a los ochenta y ocho años con 'La isla del aire'. Aunque nunca se pueda decir adiós en el teatro con rotundidad.

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La obra ... presenta atractivos suficientes para esperar un resultado óptimo: la presencia como protagonista de una de nuestras grandes damas de la escena, las excelentes actrices secundarias, la dirección del experimentado Mario Gas y la autoría del Premio Nadal Alejandro Palomas, rompiendo ese abismo tan contemporáneo entre literatura y teatro. Sin embargo, a veces está conseguida y a veces no.

Se trata de la historia de tres generaciones de mujeres de la misma familia con dos partes bien marcadas: la abuela, sus dos hijas y sus dos nietas. La primera es una sucesión de escenas, con monólogos intercalados de las hijas, donde van configurándose los personajes y trazándose los conflictos. La segunda es el viaje en barca de las cinco a la Isla del Aire a propuesta de la abuela Mencía, un islote realmente situado frente a la costa sudeste de Menorca donde se localiza el argumento. Ella irá empujando a sus hijas y nietas a asumir sus secretos ocultos y sus realidades para enfrentarse a la verdad. La desaparición en el mar de la nieta mayor, Helena, hija de Lía, está muy presente en la mente familiar y proporciona los momentos sentimentales más intensos.

'La isla del aire' es una obra de diálogos, sin apenas acción. En la primera parte dominan en exceso, a pesar del carácter punzante de Mencía y sus apuntes jocosos, algunos sorprendentes por su chabacanería nada inocente e incluso irónicos sobre su situación de desvalimiento y los rasgos de demencia senil. Pero estos diálogos son esquemáticos y los monólogos de las hijas carecen de concreción hasta el punto de que podrían eliminarse por falta de aliento y ritmo.

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El teatro teatro llega en la segunda. En ella los diálogos construyen la verdad de cada una de las mujeres. La intensidad aumenta y los conflictos fluyen con suavidad a pesar del dramatismo surgido del recuerdo. Es entonces cuando brillan grandes momentos interpretativos. Nuria Espert está sublime en la exteriorización del carácter de su personaje. Es tan extraordinaria que no le hace falta ni dar mayor energía a su personaje ahora que le falla el físico: sus gestos y sus registros son suficientes para dibujarlo a la perfección. Vicky Peña es su hija Lía y logra una actuación espléndida y sacrificada, entre los miedos y el trauma, con una dicción clara y profunda. Teresa Vallicrosa es Flavia y sale a pesar de su incidental. Están muy destacables Clàudia Benito y Candela Serrat, las nietas Bea e Inés respectivamente.

La dirección de Mario Gas está entregada a Nuria Espert. Tanto que no logra evitar el exceso de frialdad de la ambientación. La escenografía, a pesar de la buena videoescena de Álvaro Luna, y la iluminación de Paco Ariza no proporcionan el calor necesario para dar fuerza dramática y acaban notándose distantes a la palabra.

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A pesar de sus carencias de emoción, 'La isla de aire' merece la pena por la excelencia interpretativa. Y el optimismo con el perdón posterior a la catarsis familiar. Dar las gracias a Nuria Espert por todo es una razón suficiente para no perdérsela.

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