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Los gobernantes -con Pedro Sánchez a la cabeza seguido de cerca por Ximo Puig- lo tienen claro y han dictado sentencia: la causa de los voraces incendios que arrasan los montes y los bosques de la Comunitat Valenciana es el cambio climático. Lo dicen ahora, ... cuando el fuego originado en el municipio de Villanueva de Viver consume parajes de incalculable valor. Y tienen razón. El cambio climático es la explicación de que el terreno esté más seco, porque llueve menos que antes y son habituales los días de calor extremo. Lo cual facilita la expansión del fuego. Pero eso no lo explica todo. Hay más motivos, aunque a los dirigentes políticos no les interese, en estos momentos, hablar de ellos. Para empezar, el despoblamiento de las comarcas de interior. El éxodo del campo a la ciudad, que comenzó con la revolución industrial en toda Europa y en España se aceleró a partir de la década de los cincuenta del siglo XX, es tan imparable como el proceso de degradación del entorno natural. Una asociación ecologista tan poco sospechosa como Greenpeace ha pedido que «se gestionen» los bosques, es decir, que se intervenga en ellos. Porque el cuidado que antes ejercían los habitantes del medio rural está en vías de desaparición y corresponde a las administraciones públicas competentes en la materia sustituir su trabajo. Faltan cortafuegos y no se ha limpiado suficientemente el monte. Y por si todo ello no fuera bastante, hay brigadas de limpieza a las que se deja sobre el terreno sin la preparación suficiente, con el riesgo de que ocurran accidentes como el de Villanueva de Viver.
Lo fácil es echar la culpa al cambio climático, porque siendo un problema global es responsabilidad de todos y, por tanto, no es culpa de nadie. Pero es un análisis simplista que se queda corto. Y que busca, por encima de todo, que no se mire a los gobernantes ni se les pidan explicaciones. Sin embargo, los partidos que hoy gobiernan pero hace años estaban en la oposición exigían en 2012 -a raíz de los incendios de Andilla y Cortes de Pallás- la dimisión del conseller Serafín Castellano, del PP, al acusarle de imprevisión. Ni aquellas tragedias eran achacables a los populares ni las de Bejís, Vall d'Ebo o la que ahora asola la provincia de Castellón pueden ponerse en la cuenta del Botánico. Lo que ocurre es que socialistas y nacionalistas se ven atrapados por su pasado, por el código moral que fijaron para los demás y que ahora, una vez más, se resisten a aplicarse.
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