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No sabría decir cuándo vi el cuadro por primera vez. Pero sin duda tenía pocos años y me causó una honda impresión. Porque la escena es desgarradora: una riada de aguas turbulentas acosa un par de barracas, salta amenazadora de bancal en bancal, desmantela la ... noria del huerto, y está venciendo, con la untuosidad de la arcilla líquida, a una madre que se ahoga. Que va a morir en un instante; pero que estira los brazos y sube, sube y sube hacia el cielo a su hijo pequeño para evitar, inútilmente, que se lo lleve la inundación que está arrasando con todo.

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Desde aquel día tuve claro que un cuadro puede abordar un tema dramático, pero que lo difícil es transmitir a los espectadores el horror como sensación artística. Desde aquel día entendí que el autor del lienzo, Antonio Muñoz Degraín, nacido en Valencia y con monumento en la Glorieta, era un paréntesis dentro del museo, una excepción con notable personalidad propia. Porque, al menos para mí, nadie como él parecía tan dotado para abordar la extravagancia, la fantasía, la ensoñación o el simbolismo. O para atenazar al espectador con la visión de una tragedia inminente, en un cuadro, del año 1912, que ya parece tener resonancias extraídas del cine.

Años después, muchos años después, recibí el encargo de organizar una exposición sobre la riada de Valencia del año 1957. Y se me ocurrió la idea peregrina de usar la terrible escena pintada por Muñoz Degrain como gancho y referente, como emblema de esa relación siempre brutal, tantas veces homicida, entre Valencia y su rio. Gracias a don Antonio, la madre y el hijo a punto de ser engullidos por las aguas serían el mejor reclamo de una exposición sobre la riada.

Cursé el pedido al Museo por la vía reglamentaria, expliqué los motivos de mi petición, respondí a unas cuantas preguntas clave y muy pronto tuve una delicada negativa de los rectores de la institución, avalados por el dictamen de los especialistas: el cuadro, si salía del recinto museístico, debería ir a un edificio que tuviera las condiciones adecuadas de temperatura y humedad; y el lugar de la exposición que yo proyectaba no las reunía.

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Pelillos a la mar. Me quedaba muchísimo que aprender y este tipo de decepciones solo se pueden superar cuando, años después, pides prestado otro precioso cuadro, 'Grupa Valenciana', el famoso lienzo en el que Sorolla retrató a sus hijos en 1906... y también te lo niegan, con toda la razón y toda la prudencia del mundo.

Con todo, la primera visión, el primer enamoramiento y el primer fracaso, es el que cuenta. Las riadas valencianas siempre las he asociado a esa terrible escena del lienzo titulado 'Amor de madre', pintado por un turbulento Muñoz Degrain. Y si lo menciono es porque el gran artista valenciano murió en su segunda patria, Málaga, tal día como hoy, el 12 de octubre, hace cien años. Gracias, maestro.

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LA VALENCIA QUE YO HE VIVIDO

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