Un día, cuando se cansen de extorsionarle, los independentistas y los batasunos quitarán las manos de la masa, y de la mesa, y Gabriel Rufián parirá una frase terrible como señal inequívoca de tramo final. Claro que, antes de la moción de censura, antes de ... caer de nuevo en el pozo del que le sacó José Luis Ábalos, Pedro Sánchez tiene la prerrogativa de la disolución de las cámaras, un recurso desesperado porque diciembre no es un buen mes para elecciones y él había hecho previsión de intentarlo en primavera.
Publicidad
El PP va a iniciar la vía de la querella. «Váyase, señor Sánchez», pero en los tribunales. La mirada no puede evitar un regreso a los tiempos del juez Marino Barbero, aquel hombre que emprendió, en 1995, lo que muchos entendían que era el peligroso rumbo de un lobo solitario: la financiación ilegal del PSOE. Siempre es lo mismo, siempre es igual, todos los partidos tropezando en los mismos errores de bulto. España no se saca la pasta de las manos y en medio siglo de democracia no ha conseguido hacer una buena legislación de donaciones a los partidos, que intente evitar la corrupción.
Claro que esto, lo que está afectando a Sánchez en su inevitable tramo final... no es exactamente igual que lo que asedió a Felipe González y terminó por encumbrar a Zaplana y Aznar. Aquí, en esta maraña que va desde la Complutense a Venezuela, desde la mochila de Koldo a los impuestos de la gasolina, desde la insuperable Delcy al infatigable Ábalos, sí que aparece el matiz de lo individual, el bolsillo particular, el medro de la persona, el favor unidireccional... el chollo y la influencia.
Pocas, muy pocas veces se ha podido ver a un primer ministro tan asediado por una maraña no ya judicial, sino de desvalimiento y descrédito político. Pocas veces se ha visto una bambolla tan extremadamente ambiciosa, mantenida a riesgo de quedarse desnuda como mentirosa. Los escándalos se encadenan y lo de Puigdemont ya es para párvulos. Si lo de la laxitud en las penas impuestas a los etarras obliga a buscar las imágenes de archivo de los atentados, la televisión convencional se ha convertido en una cloaca donde afloran las confesiones de alcoba del que fue jefe del Estado hasta hace diez años.
Publicidad
Ni Felipe González ni Alfonso Guerra quieren hablar de lo que ahora califican como 'chismorreo'. Y hacen bien, porque, siendo ahora chismorreo sin consecuencias penales, entonces era un cortejo de irresponsabilidades que el gobierno estaba obligado a acotar. ¿Dónde estaba la seguridad del Estado? ¿Y dónde ha estado hasta hace cuatro días, cuando se vendían teléfonos blindados a ministros entregados a turbios manejos? Si uno quiere dejarse vencer por la depresión, si uno quiere ver estos días un nuevo Noventayocho configurado como derrota nacional, tiene elementos de sobra.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.