La Albufera, ese lago del que el periódico se viene ocupando... desde siempre, es tan especial, tan maravilloso, que hasta contiene misterios. Sin ir más lejos, en las últimas semanas, coincidiendo con la campaña electoral, hemos podido ver una gran polémica por el agua que ... recibe o no recibe. De la que es fácil deducir que nadie sabe, a carta cabal, el agua que tiene, el caudal que le entra, el que le sale... y el que necesita.

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La Albufera, nuestra maravilla, no es un lago corriente y moliente. Es un lago vivo, que late y respira, se llena y se vacía. Una laguna de agua dulce, al lado del mar, que cada año protagoniza un ciclo de vida en el que conviven, y a veces pugnan, la agricultura, la pesca, la caza y las aves, unas estables y otras migratorias. Así las cosas, la Albufera, que recibe agua limpia y sucia por más de sesenta afluentes naturales y artificiales, unos con depuradora y otros a pelo, tiene compuertas que se abren y cierran para aumentar o reducir el agua embalsada y la superficie que ocupa.

La magia está en que todo esto, que lo saben hasta los niños de primaria, resulta que, por lo que parece, se hace a la antigua, un poco al tuntún. La reciente polémica, en la que autonomía y ayuntamiento han reprochado a la Confederación falta de envío de caudales, y la respuesta estatal, en la que se aseguraba que el agua estaba en su destino con puntualidad, ¿no nos está indicando que todo se hace a ojo y de cualquier manera?

Sí, en tiempos supermodernos, donde cualquier agricultor consciente tiene en su teléfono una aplicación en la que puede ver cómo se está regando su campo, con caudal y tiempo controlado, es imposible aceptar una disputa tan burda como la que acabamos de ver, entre organismo serios, y con tecnología de pleno siglo XXI. Pero ¿cómo pueden 'perderse' 50 millones de metros cúbicos de agua? No hay discusión, no hay vuelta de hoja, porque todo tiene que estar controlado por aforos, testigos y registros electrónicos. El agua se ha mandado o no se ha mandado. Y si se ha enviado y no ha llegado a su destino, mucho peor: porque alguien se la ha quedado por el camino y es urgente detectarlo y pasar la correspondiente nota al señor juez de guardia.

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La misteriosa Albufera, para mayor 'rareza', es un vaso que tiene manantiales propios sumergidos. Hay caudales que le llegan a través de 'ullals'. Pero tal maravilla no exime del deber de medir y controlar con exactitud lo que entra y sale. Y de no engañar y engañarse en plena campaña electoral. El Buen Cubero del refrán debía tener un gran ojo clínico para medir la capacidad de las cubas. Pero eso, que antiguamente podía ser gracioso, ya no vale para los tiempos que corren. Seamos serios: o hay o no hay agua.

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