Ábalos debe ser el segundo político valenciano al que más he criticado a lo largo de mi carrera profesional, tras el por fin condenado Zaplana. No por nada sino porque vi pronto que parecía, nadaba y graznaba como ha dicho ahora la Guardia Civil y ... desde entonces no le he quitado el ojo de encima. Sólo desde que volví a LAS PROVINCIAS en 2014 le he sacado a colación en 56 ocasiones. La mayoría de ellas para mal, porque considero que hasta la supresión de los peajes de la AP-7 fue algo peor que un crimen. Fue un error. Una concesión a la demagogia que, como se ha demostrado con el correr de los años, ha convertido una vía rápida y práctica en una saturada carretera interurbana, ha perjudicado a sus mayores usuarios y ha traspasado al Estado el coste de su deficiente mantenimiento. Por eso no me duelen prendas admitir que le he dado de todas las maneras posibles. De lleno, de refilón, de pasada y al vuelo, del derecho y del revés, y en habiendo ocasión o sin ella. Plenamente convencido además de no haber infringido un solo artículo del código deontológico porque el personaje se las trae. Puede que me extralimitara al ejercer de Laocoonte y advertir a Pedro Sánchez de que no era trigo limpio y que quien pasó por el Gobierno Civil y salió con una administración de lotería bajo del brazo; estuvo en Bienestar Social y montó una ONG y entró de asesor y se alzó con una concejalía y la secretaría del PSPV de Valencia, no abandonaría el Ministerio de Fomento con las manos vacías. Pero no porque, en lugar de hacerme caso a mí, Sánchez se dejase guiar por McNamara y optase por tener a este indio dentro de la tienda meando hacia afuera que fuera meando hacia dentro. En el pecado llevará dos penitencias. A la vista del escaso éxito que obtuve en el papel de don Juan creo que también debí evitar clamar al cielo matritense por el peligro que suponía que anduviera suelto por aquellas instancias. Aunque de esto me arrepiento menos porque me ha permitido confirmar una vez más que tanto en lo informativo como en lo gubernamental en la Villa y Corte oyen lo que les conviene. Verbigracia: La apertura de El País del día 11 rezaba, a buenas horas, mangas verdes: 'Las pruebas contra Ábalos causan una sacudida política en el PSOE'. Los que no paran en barras y son de una lealtad inquietante, como apuntaba Pablo Salazar, son los deudos de Ábalos. Aarón Cano evidenció el lunes en la 99.9 que, a diferencia de san Francisco de Borja, él todavía está dispuesto a servir a un señor que está ya más allá que aquí.
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