Como cuando un tonto coge una vereda, se acaba la vereda y continúa el tonto, yo confiaba en que el exsenador Carles Mulet cumpliría su amenaza y recurriría la decisión de Més de nombrar a Enric Morera en su lugar. De modo que su decisión ... obligaría a abordar con mayor profundidad lo que suponía que un político valenciano se convirtiera en la viva imagen del cesante que describen Miguel Munárriz y Eduardo Aute en 'Sillón de mis entretelas': «Me quieren quitar el cargo./ Yo no me largo./ Que este chollo no lo suelto./ Me lo he ganado». Desgraciadamente todo apunta a que no será así. El restablecimiento de las relaciones entre Més e Iniciativa del Poble Valencià (IPV) denota que, por las razones que sean, Mulet ha renunciado a judicializar su sustitución. Y que, por tanto, no tardará en olvidarse algo a lo que tampoco se le había prestado mucha atención pese a su gravedad. Me refiero a que si Morera no hubiera ambicionado la plaza, un personaje tan atrabiliario como Mulet habría repetido por tercera vez como senador. Compromís lo habría vuelto a promocionar, sin importarle los espectáculos que montaba dentro y fuera de la Cámara. Los criterios de selección de personal de la formación nacionalista son tan 'sui géneris' que no habría obrado en su contra que la Mesa del Senado se hubiera sentido obligada a limitar el número de preguntas escritas y de solicitudes de documentos que podían formular los senadores por culpa de Mulet. Llegó a reclamar 2.841 informes y documentos y a interponer 13.854 preguntas en menos de dos años. Muchas de ellas tan descabelladas como aquella en la que instaba al Gobierno a informar acerca de cómo piensa hacer frente a una invasión zombi. Ni el haberse convertido en la comidilla de la prensa -«Las locas preguntas de Carles Mulet» fue una de las misceláneas que se publicaron- habrían truncado su carrera. Aunque puede que todavía tengamos suerte y pleitee porque el argumento que esgrime para acreditar su derecho sobre el acta es cierto y en su última comparecencia pública se lo llevaban los demonios. El acuerdo preelectoral suscrito por las formaciones que integran Compromís y renovado esta semana pasada establece que el 60% del botín conseguido será para Més; el 35%, para IPV, y el 5% restante, para Verds Equo. Trato que, según Mulet, Més ha incumplido en esta ocasión al incurrir en el pecado del que hablaba Rose Rowland en su libro: comerse el queso de otros. Quedarse con el 67,37% de los cargos y prebendas logrado en los pasados comicios, taparle la boca a IPV con el 24,21% y no darle ni la hora a Verds Equo. Con lo que habría cometido un presunto abuso de confianza.
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