A riesgo de que se me enfaden quienes se esfuerzan en blanquear la untuosa biografía política de Eduardo Zaplana diré que la culpa de que Adif se haya tenido que gastar ahora un dineral para evitar que el día menos pensado se produzca una seria ... desgracia en el tren de alta velocidad (TAV) también es suya. Aceptó que la A-3 cruzara el río Cabriel por Contreras con tal de demostrar que era más resolutivo que Joan Lerma y primero hubo que recomponer los viaductos de la flamante autovía para que no se desplomaran sobre el pantano y ahora ha habido que hacer lo propio con los del TAV porque no hay suelo más inestable en la cuenca del Júcar que el elegido en 1996. La permeabilidad de la roca y los enormes sumideros detectados durante la fase de carga en 1974 en el interior del vaso de la presa del Collado, el estribo izquierdo del dique principal, lo desaconsejaban. A falta de concretar otro tipo de filtraciones, un estudio químico e isotópico demostró que los manantiales que aparecieron a 14 kilómetros curso abajo del río desembalsaban entre 1.500 y 2.900 litros por segundo. La prudencia y la lógica obligaron a reducir la capacidad real de la represa de los 852 hectómetros cúbicos previstos a 455. Pero como de lo que se trataba 22 años después era de romper el nudo gordiano que José Bono había atado en las Hoces y demostrar decisión, Zaplana aceptó pulpo como animal de compañía. Y así nos va a los afectados, que no sólo es Fomento. En 2013 hubo que cerrar al tránsito la A-3 en dirección a Valencia para cambiar la estructura metálica sobre la que descansaba el tablero del viaducto. En abril de 2015, un mes después de reabrir la circulación por ese puente, se repitió la operación en el que conduce a Madrid. Y días atrás Adif tuvo a bien presentar como un gran alarde de ingeniería, que lo es, una compleja, delicada y embarazosa operación. Levantar las 3.600 toneladas que pesa el llamado puente del Istmo para cambiar las pilas, los cojinetes de las columnas a fin de restablecer la seguridad y los demás parámetros ferroviarios en este tramo de la línea de AVE. ¿Es excesivo culpar de estos problemas de cimentación al principal implicado del caso Erial? No, porque de aquellos polvos vienen estos y otros lodos en los que tendremos que chapotear. Es como la gestión privada de los hospitales públicos o de la ITV. Si Zaplana no la hubiera adjudicado de manera harto graciable no se habría formado ningún escándalo y es hasta probable que el PP de Mazón no se hubiera sentido obligado a redoblar y extender los gravosos rescates emprendidos por el Pacto del Botánico.
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