¡Qué vienen los Reyes! ¿Los Magos? No, los de España, Felipe y Letizia con zeta. El revuelo se armó el domingo por la mañana ... en Chiva con la inminente visita de sus Majestades. La agenda se bañaba en olor de multitudes primero en Paiporta y después en Chiva, dos de los pueblos más castigados por la Dana. ¡Deprisa, deprisa! La primera orden fue limpiar la calle principal. Un batallón de escobones y una cuba con manguera se afanó en dejar los adoquines de la avenida Doctor Nácher como los chorros del oro o, para no mentir, con el menor barro posible. Mientras en el Hondo Bechinos se peleaba hasta la extenuación sacando cieno, junto al Ayuntamiento trabajaban para formar una alfombra roja. La realeza, acompañada de los dos artífices del desastre, léase Carlos Mazón y Pedro Sánchez, tenían que pisar sobre moqueta, o por lo menos, algo que se le pareciera para no mancharse los zapatos. Mucha manguera y escobas a discreción. El siguiente paso, desalojar al de la furgoneta del café. A los dos chavales, un chico y una chica, que llevaban toda la mañana sirviendo café y cortados gratis -insisto, gratis- para que los vecinos del pueblo se echaran un trago caliente en los pequeños descansos entre lodo y barro. El mando de la Guardia Civil, sobrado de chulería y falto de empatía, le dijo: «Chaval, de aquí te piras, que vienen los Reyes». Como si fuera un villancico. El de los cafés allí se quedó, fijo, con el apoyo de los vecinos, de cada uno de los que se acercaba a coger un vaso: «Ni te muevas, no te preocupes que nadie te va a echar, si te dicen algo, aquí se monta la gorda». Y allí se quedaron, abrigados por el apoyo del pueblo, atrincherados porque toda Chiva era la furgoneta de los cafés. Y los del pinganillo, limpios como una patena, también querían desmontar las mesas plegables y las sillas donde los chivanos y voluntarios echaban un bocado antes de volver al tajo. Una situación surrealista, impropia de aquellos que velan por la seguridad y el bien común, alejada totalmente de una desgracia que llenaba de llagas las manos de adultos, jóvenes y menores. Mientras la legión del barro, es decir, los vecinos, esperaba escoba y pala en mano a los Reyes, los servicios de emergencia desfilaban de bonito sin una gota de barro en sus lustrosas botas. Marchaban marciales mientras el pueblo se agolpaba entre el viejo bar Remy y la farmacia Elorriaga a ver lo que se cocía. Desde Paiporta llegaban noticias de los altercados. Barro y palazos. La visita programada a Chiva pendía de un hilo por la algarada aunque parecía que se mantenía. Mientras Felipe y Letizia se hacían de rogar, el pueblo llevó en volandas a los tractoristas que seguían a lo suyo, tan lejos del boato como cercanos al barro. Remolques cargados de recuerdos. Al final no hubo visita, hubo promesa de que volverían cuando hubiera un mar en calma, y con la buena nueva algunos bajaron la escalera hasta la furgoneta: «Café solo, por favor».
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.