La distancia sideral entre el profesional competente y el político, entre el amor a España y a los españoles y el amor al poder, a la Moncloa, es la conclusión de la visita de los Reyes Felipe VI y Letizia, Pedro Sánchez y Carlos Mazón ... a Paiporta. Mientras que los primeros demostraron sensibilidad, solidaridad y cariño a los damnificados, el presidente del Gobierno desprendió únicamente cálculo político para su interés personal. El problema fue que, esta vez, su intuición le jugó una mala pasada al no tener idea ni preocupación por cómo lo pasaban miles de familias. No le sirvió de nada parapetarse con ellos. Y en lugar de aguantar el chaparrón, emprendió la huida -evacuado en el lenguaje monclovita (tendrán morro)- ocupándose sólo, eso sí, de cortar por lo sano y suspender la visita real a Chiva para que los afectados no pudieran percibir la cercanía de SSMM. La maniobra, en esta ocasión, tuvo el efecto boomerang. Imagino la ira que estos días le corroe. Su popularidad a la baja, la de los Reyes, a los que tanto quiere, al alza.
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La tragedia de la DANA ha desvelado, insospechadamente para mí, la incompetencia y casi crueldad a la hora de gestionar sus efectos. La negativa del Gobierno central a enviar al Ejército en el minuto 1 tiene tintes de crueldad. La excusa de polemizar quién la debe pedir incide en la ausencia de conciencia. Sabido es que el Ejército está el mejor dotado a todos los niveles para afrontar este tipo de sucesos. Así se ha demostrado en otras ocasiones como cuando Felipe González, socialista como Sánchez aunque les separe un abismo, envíó 13.000 soldados a las inundaciones del País Vasco en 1983.
Aquellas palabras de Pedro Sánchez, «si necesitan ayudan, que la pidan», desprende una indiferencia hacia los valencianos rayana en la inhumanidad. Como si se tratara de un país extranjero. Peor que con Marruecos. Espero que la frase sea inolvidable y le persiga toda la vida.
Ante el tratamiento impúdico del Gobierno con nuestros pueblos, se han ocupado y preocupado al unísono en culpar de todo a la Generalitat y al presidente Carlos Mazón quienes, más allá de esa especie de torpor inicial que les invadió, han intentado incansablemente enderezar el rumbo.
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No me sorprendería que Sánchez sienta complacencia por el espanto de la catástrofe, a modo de égida, pensando que le ha venido como anillo al dedo para atemperar el tráfago de Begoña, Ábalos, Delzie y los lingotes de oro, fiscal general y demás corrupciones que le asedian.
La lección se la han dado los miles y miles de voluntarios. A ver si aprenden algo. Así es la vida.
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