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Carlos Mazón afronta un problema, bendito problema, para alcanzar, como le corresponde, la Presidencia de la Generalitat. No es otro que convencer a Vox de que le deje el camino expedito para gobernar en solitario. Una solución insólita en el ejercicio de la política y ... ventajosa para el PP y la indicada por Alberto Núñez Feijóo en su anhelo por marcar el itinerario para cuando le llegue la previsible victoria del 23 de julio.
Desconozco cuál es la estrategia o la táctica de Vox, pero el escenario dejado por las elecciones no favorece a Mazón para complacer a su jefe de Génova. Sus 40 diputados no son suficientes para, con la abstención de Vox, ser elegido presidente. Necesita el voto afirmativo del partido de Abascal porque, de lo contrario, la alternativa de izquierdas sumaría 46. Otra cosa sería que sus escaños superaran a la suma de PSPV y Compromís, como le sucedió a Díaz Ayuso hace dos años o ahora a alguno de sus homólogos populares.
Dicho esto, coincido con mi amigo Rogelio en que Carlos Mazón tendrá que elegir entre velar por sus intereses y pactar con Vox o complacer los de Feijóo asumiendo un riesgo innecesario e incomprensible para los votantes de los dos partidos, que desean y así lo han expresado en las urnas el relevo del PSPV, Compromís y Podemos. Es verdad que Ignacio Gil Lázaro, cabeza visible de Abascal en la Comunitat, no cederá el poder de forma altruista. Su dilatada experiencia y conocimientos políticos constituyen un añadido a la fortaleza concedida por los 13 escaños imprescindibles para sustituir al Botànic. No recuerdo dónde leí, «a veces lo más difícil en la vida es elegir qué puente cruzar y cuál puente quemar».
Mi amigo y yo no terminamos de entender el complejo del Partido Popular, con Feijóo a la cabeza, para pactar con Vox. No comprendemos el miedo a las acusaciones de Pedro Sánchez cuando él ha formado gobiernos a lo largo y ancho de España con partidos verdaderamente «ultra», hasta inconstitucionales o aconstitucionales si los analizamos a fondo, como los comunistas, delincuentes independentistas y filoterroristas. Quizá es hora de que los populares se quiten de encima ese complejo y normalicen relaciones, más aún si se es cierta la teoría sostenida por Rogelio respecto a nuestro territorio, «más fácil es absorber a Vox desde y en el poder, como hizo Eduardo Zaplana con Unión Valenciana. En 1995 formó coalición en el Consell y, cuatro años después, obtuvo la mayoría absoluta y hace ya unos cuantos años la formación fundada por Vicente González Lizondo desapareció del decorado valenciano». Así es la vida.
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