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Debería caérseles la cara de vergüenza a los responsables del arreglo del ascensor en el Colegio Voramar de Alicante. Es lamentable que haya tenido que ser la propagación de tal abyección en los medios de comunicación de toda España el motivo para que las autoridades ... municipales se pongan en marcha para la reparación. Un escándalo en toda regla que una madre se vea obligada a subir y bajar las escaleras del centro educativo cuatro veces al día con su hijo cargado a sus espaldas.
Al parecer y según la información que Adrián Mazón -no confundir con Carlos, presidente de la Generalitat- ofrecía sucintamente en LAS PROVINCIAS, hay coincidencia por parte del Ministerio y de la Conselleria de Educación de que el arreglo incumbe al Ayuntamiento. ¡Cómo no, las excusas aparecen para exculparse de tamaño desastre! «Que si no nos han avisado o lo han hecho tarde, que si existe boicot para el elevador...». Nada, una ausencia de seriedad para el cumplimiento del compromiso con los ciudadanos.
Me sorprendió, eso sí, que la ministra socialista Pilar Alegría, jefa del Departamento la Educación aunque las competencias estén transferidas a las Comunidades Autónomas, se limitara a urgir la reparación del ascensor o buscar una alternativa para que esa madre no tuviera que sufrir el cuádruple y vergonzante calvario de forma cotidiana y no aprovechara la ocasión, como es general entre políticos, a denostar en este caso a los dirigentes del PP en el Ayuntamiento de Alicante como administradores del Colegio.
Lo delirante es que haya tenido que producirse una repercusión mediática de importantes proporciones para que la concejala alicantina anunciase la restauración inmediata del elevador. ¿Quiere decir que sin esta amonestación la madre y el niño estaban destinados a padecer eternamente semejante afrenta? Hay cosas poco comprensibles, pues ésta es una de ellas.
Por otra parte, sería una villanía que la instalación se averiara por algún acto de sabotaje, como insinuó el conseller José Antonio Rovira, «cada vez se rompe por causas distintas y los técnicos no se explican por qué se ha estropeado de nuevo». Entonces estaríamos ante un escenario de auténtica vileza, de desalmados de intenciones ruines. Aunque me cuesta creerlo, sus sospechas tendrá el conseller.
No quiero acabar estas líneas sin realizar un canto a la maternidad. Ver con que amor y resignación ascendía los peldaños la madre del infante, casi adolescente, me conmocionó y provocó una admiración hasta incluso estimular mi lacrimal. Así es la vida.
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