Algunos llevan días suspirando porque les suene el teléfono. Otros saben que eso pasará, aunque no tienen claro para qué. En medio de ese frenesí ... de ansiedad que viven los que se quieren colar a toda costa en el nuevo Consell, está Carlos Mazón con sus más íntimos. Juntos andan cuadrando el puzzle de los nombres propios que deben pilotar -ni más, ni menos- que el futuro de esta Comunitat. La cosa, a estas alturas, la debe tener perfilada. Además, desde hace tiempo. Entre otros motivos porque, en estos casos, no puede haber margen para la improvisación. De hecho, si es fiel consigo mismo, la forma de anunciar quiénes tendrán el privilegio de formar parte del gobierno valenciano se hará con seriedad y sin juguetear con ello. Al menos, eso es lo que tiene Mazón en su imaginario. Todo contenido y con barniz institucional. Y hará bien si, de verdad, lo hace así. Porque esa primera impronta de lo que haga, la forma de comunicar su gobierno y quienes lo vayan a componer, va a decir mucho de lo que nos va a deparar el mañana y, sobre todo, de cómo va a ser la dinámica del Consell que presidirá.
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Patinar en los inicios siempre es dañino y difícil de revertir, porque es como salir a correr con una zapatilla desatada. En estos casos, el riesgo de caer durante la carrera es muy alto. Con una oposición profundamente herida por una derrota que no acaba de asimilar, errar en las formas y en la elección de su equipo les daría alas para azuzar la confrontación. Acertar con el portavoz y los responsables de Educación, Bienestar Social y Sanidad, junto a las áreas económicas, será vital. Equivocarse, letal.
El momento de desvelar el quién es quién en el Consell, en cualquier caso, se mantiene aún en suspense. Puede alargarse más de lo que quería en principio Mazón y menos de lo que quizá le gustaría a Ximo Puig. Sea como sea, lo cierto es que ya ha dado oxígeno a la expectación. Especialmente en sectores empresariales. Y, en concreto, entre algunos de la provincia de Valencia que tienen menos tratado al presidente del PP y que, además, vienen de un periodo de estrecho entendimiento con el jefe del Consell en funciones.
Entre ellos, hay quien dice de forma socarrona, aludiendo a cómo va a ejercer el cargo Mazón, que 'el meló està per obrir'. Y es cierto, pero los primeros pasos que ha dado dejan entrever que el líder popular sabe jugar sus cartas. El hecho de que ganara las elecciones de forma más holgada de la que le daban los mejores pronósticos, ya es un primer síntoma de que no se le puede minusvalorar. Aunque hay otras dos acciones recientes que también hablan de que sabe qué terreno pisa y cómo funcionar. Decisiones que le han servido para controlar los tiempos y jugar con el efecto sorpresa. La primera, anunciar cuanto antes el pacto de gobierno con Vox. Que, sí o sí, iba a producirse porque no había otra alternativa. Un hecho que, como se ha visto, iba a tener una sonora repercusión y que supo materializar imponiendo la línea roja de Carlos Flores -previamente pactada con Génova y asumida (y sospecho que bien recibida) por el propio Vox- y acelerando, al máximo, el pacto para dejar que las mismas negociaciones en otras comunidades acabaran diluyendo el primer impacto mediático. Incluso -esto es intuición (o no)-, filtrando estratégicamente quién iba a encabezar las carteras de los de Santiago Abascal, para evitar que las encendidas críticas de la izquierda se solaparan con la composición del Consell y la campaña electoral del 23-J. La segunda decisión clave, que ha hecho añicos la hoja de ruta del PSPV, fue facilitar que Compromís le arrebatara a los socialistas un puesto en la mesa de Les Corts. Algo cuya onda expansiva está por ver.
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Mazón y los suyos -con especial protagonismo de Miguel Barrachina- lograron con estos dos movimientos marcar los tiempos. Incluso, controlar el relato propio y de la oposición. Porque, sin estar gobernando, ya han conseguido que se interiorice el pacto con Vox, dejar que los aspectos más polémicos se diluyan con los días y debilitar a una izquierda que puede entrar en convulsión si pierden la Moncloa el 23-J.
De momento, lo que se transmite, en especial por parte de Puig y su entorno, es que los socialistas se niegan a pasar el periodo de duelo por la derrota y siguen aferrados a gobernar, aunque sea en la sombra. La propia presentación del libro del presidente en funciones desconcierta, aunque su entorno considera que es adecuada porque les toca reivindicarse. Quizá esos enroques, no querer ver más allá, son los que le pasaron factura en las elecciones de mayo. Y son los que, a unos días de abandonar el Palau, pueden zarandear la imagen de buen talante que el de Morella siempre ha transmitido. Su legado se valorará con el tiempo y no debería permitir que su ceguera, o de quien le asesora haciéndole pensar en metas más ambiciosas en Madrid, le acabe empujando inmerecidamente por el foso de la vanidad.
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El 3 de julio de 2021, Mazón era elegido presidente del PPCV. Dos años después, está a unos días de ser el jefe del Consell. El rol, de quien muchos presentaban hace unos meses como un desconocido, ha cambiado. Y lo nota cuando pisa la calle. Para él, es el momento de asimilar que ha pasado de pantalla y que, en el nuevo escenario en el que se va a adentrar, todos nos jugamos mucho. No él y su partido. Todos. Por eso debe velar por el conjunto de la sociedad valenciana sin excepción: comenzando por las mujeres víctimas de la detestable violencia machista y continuando por cualquier persona que se sienta marginada o ultrajada por su condición ideológica, sexual, económica... No hay tiempo ni para medievalismos ideológicos; ni para retroceder en avances de integración social; ni para caprichos personales de nadie... Todos los esfuerzos deben dirigirse a agrandar esta tierra, a mimar sus señas de identidad y a cimentar un futuro sólido para nuestros hijos, salvaguardando el entorno natural y garantizando nuestro bienestar. Para lograrlo, Mazón debe contar con los mejores. Y los mejores no son los que más ambicionan el cargo o más coba puedan dar al nuevo jefe del Palau. Y es importante saberlo, porque otros no lo supieron ver. En realidad, los mejores son los que tienen sólidos conocimientos, capacidades contrastadas y valores enraizados en la honestidad. Son, en definitiva, los que no esperan la llamada.
Es domingo, 2 de julio. «Más que nunca, los ideales de la ciencia, la razón, el humanismo y el progreso necesitan una defensa incondicional». Destellos de Steve Pinker.
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