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Indignación popular

Indignación popular

La ciudadanía muestra su malestar hacia la actuación política, en una protesta de la que no se debería tratar de obtener rédito electoral

Editorial

Valencia

Sábado, 9 de noviembre 2024, 23:54

La gestión política de la DANA, los errores cometidos primero en la prevención y luego en la respuesta a la riada del 29 de octubre, ha sacado a la calle a miles de manifestantes para mostrar su indignación hacia las autoridades. La manifestación que recorrió ... el centro de Valencia y que congregó a una multitud evidencia lo mal que se han hecho las cosas ante una tragedia terrible, cuya dimensión y alcance supera cualquier otro suceso anterior y que ha tensionado hasta el límite las costuras del Estado en sus distintas administraciones públicas. Ni se avisó con la suficiente premura a los posibles afectados ni se actuó con celeridad en las primeras horas, desperdiciando la capacidad de las Fuerzas Armadas para intervenir sobre el terreno. Los protocolos de seguridad en situaciones de emergencia han quedado totalmente desacreditados y la propia estructura organizativa del Estado autonómico debería ser objeto de reflexión tras el impúdico cruce de acusaciones entre la Generalitat y el Gobierno central acerca de a quién correspondía tomar decisiones en los momentos críticos en los que el río Magro y el barranco del Poyo se desbordaban y anegaban pueblos y polígonos, destrozando todo a su paso. No es la primera vez que ante una catástrofe provocada por un fenómeno meteorológico, un accidente o un atentado, algunos avispados tratan de obtener rendimiento político de la desgracia colectiva. Por triste que resulte, está en la naturaleza humana este aberrante aprovechamiento ventajista. Al igual que hay que celebrar el ejemplo de miles de voluntarios limpiando el barro de las calles y las viviendas, toca lamentar esta especie de carroñerismo. La propia lista de convocantes de la manifestación de Valencia da idea del cariz ideológico que mueve no a los manifestantes sino a los organizadores de la protesta. Pero la evidente deriva política que han ido adquiriendo los acontecimientos no puede llevar a la conclusión de que no hay motivos más que legítimos para expresar el disgusto hacia el mal funcionamiento de las instituciones. El día de la DANA falló casi todo, no funcionaron los sistemas de alerta, no se avisó a la población, no se recurrió a la Unidad Militar de Emergencias cuando tocaba, no se pidió la declaración del estado de alarma y no se actuó de oficio desde el Gobierno. Es lógico que el pueblo exprese su dolor y su enfado. Antes o después llegará el momento de exigir responsabilidades.

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