Capital verde europea 2024

La designación representa una oportunidad para hacer frente a la fragilidad ambiental y paisajística de la franja marina litoral, mediante fórmulas eficaces de custodia del territorio

JAVIER DOMÍNGUEZ RODRIGO, ARQUITECTO

Viernes, 5 de abril 2024, 23:33

El reconocimiento del cap i casal como Capital Verde, relevando a Tallín, traslada el protagonismo del Báltico al Mediterráneo distinguiendo su estrategia medioambiental -biodiversidad, usos del suelo, calidad de vida...-, de sostenibilidad y de gobernanza.

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No en vano, la tierra de las flores, como reza ... la popular canción, el exuberante vergel que es L'Horta de Valencia se configura como un original hábitat, un pulmón verde, un elemento clave de identidad territorial, un ejemplo de la diversidad agrícola -frutales, hortalizas...- que ya en 1563 el artista flamenco Anthonie Van den Wijngaerde plasma para Felipe II en sus célebres perspectivas.

El galardón premia la singularidad y belleza paisajística de un milenario enclave fluvial, cuyo origen fundacional -la 'Valentia' romana- se explica por la privilegiada presencia de ecosistemas naturales como la fértil terraza aluvial del río Guadalaviar, la laguna costera de la Albufera, la Dehesa del Saler y el mar.

Debería aprovecharse para abordar con rigor una ambiciosa renaturalización del territorio

Sin embargo, la crónica histórica está plagada de claroscuros. Por un lado, los casi diez kilómetros y más de cien hectáreas del parque lineal del Turia concebido por Ricardo Bofill representan un éxito colectivo. Por otro, con la exclaustración y el desarrollismo desaparecen para siempre los grandes jardines humanistas de la Lonja, del Arzobispo Ribera, del Infante D. Enrique de Aragón...

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La preocupación por el 'verde municipal' y la creación de amplios parques, bulevares, salones, alamedas, parterres y paseos arbolados es deudora de la radical transformación de las modernas metrópolis europeas influenciadas por el París diseñado por el barón Haussmann y el jardinero Barillet-Deschamps para Napoleón III.

Paradigma de la renovada civitas decimonónica, la 'Ville lumière' define los nuevos modelos -el Bois de Boulogne, los Campos Elíseos...- y marca la impronta en las teorías sobre la sanidad, higiene y bienestar de la población.

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A esa corriente se suman las principales urbes españolas -Sevilla, Santiago de Compostela, Logroño...- liderando Barcelona -Plan Cerdá- y Madrid con su conocido como Plan Castro, promovido por el político liberal Claudio Moyano y Samaniego, el debate sobre el crecimiento, función y arquetipo de la ciudad ochocentista. La segunda mitad del XIX acota un punto de inflexión en el urbanismo de la capital del Turia, que alumbra el derribo de sus murallas (1865) y la configuración de su primer Plan de Ensanche (1864-1887) redactado por los arquitectos José Calvo Tomás, Luis Ferreres Soler y Joaquín Mª Arnau Miramón.

La explosión demográfica, el impacto del maquinismo, la industrialización y los ideales reformadores e higienistas marcan el declive de la polis cerrada de Tosca, fortificada y conventual. Tras ella nace 'lEixample', basado en el uso de la retícula ortogonal y de la manzana con patio interior ajardinado y chaflanes en sus esquinas.

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La consolidación de una burguesía local, el auge del empirismo y el triunfo de la Ilustración -Mayans, Pérez Bayer, Cavanilles...- facilita la formación por la Universitat del primer Jardín Botánico y la elegante reordenación académica de la Alameda barroca, a la que más tarde Javier Goerlich añade una prolongación neocasticista.

En 1816, costeadas por suscripción popular, comienzan las obras de la Glorieta que junto al Parterre representan las mejoras ornamentales -verjas, bancos, fuentes, alumbrado...-, intramuros y vegetales: plantaciones de ficus, cedros, palmeras, magnolias, plátanos, moreras, cítricos...

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Uno de los más ambiciosos proyectos del momento es la apertura de un gran camino-paseo hasta el Mar, que uniera los jardines del Real con los poblados marítimos, facilitando la conexión y el acceso a las playas de Levante y de la Malvarrosa, convertidas por aquel entonces (1893) en lugar de veraneo y esparcimiento.

Sin embargo, la pretensión de construir aquella ciudad-jardín en consonancia con el modelo utópico -Garden City- del británico Ebenezer Howard se ve seriamente perjudicada por el derribo del antiguo barrio de Pescadores y la rápida consolidación del ensanche noble, de mayores aprovechamientos lucrativos.

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El premio supone una reconciliación de la ciudad construida, cuya fisonomía es el resultado de continuos procesos de reordenación edilicia, con su polifónico pasado, clásico, medieval, romántico, cosmopolita... y con su 'hinterland' circundante, una extraordinaria despensa que garantiza la soberanía alimentaria de la población.

Debería aprovecharse esta oportunidad para abordar con rigor una ambiciosa renaturalización del territorio, poniendo en valor uno de los espacios de mayor valor ecológico de Europa -humedales, marjal, cordón dunar...-, incluido en la Red Natura 2000, como es la Albufera, seriamente amenazada, víctima de la sobreexplotación de los recursos hídricos y de la degradación antrópica.

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Tendría que priorizarse acabar con el expolio botánico -la Alameda, la pérdida de arbolado...-, mejorar el mantenimiento -poda, reposición, limpieza,...- y completar la infraestructura verde: parque de Desembocadura, ampliación del Botánico... instaurando talleres pedagógicos para concienciar a la ciudadanía.

Porque resulta vital preservar y cuidar tan valiosos recursos naturales, pues son imprescindibles para la conservación del medio ambiente, pero sobre todo lo son para la salud social, patrimonial, económica y cultural de la comunidad.

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