
Duelo entre lobos
Plaza redonda ·
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Hubo errores y debe haber culpables y consecuencias en todas las direcciones, pero sin olvidar que la Emergencia sigue latenteEn mitad del duelo, aparecieron los lobos. Algunos, andando por el cenagal con sus dientes caninos afilados y sus ojos teñidos de ira. Sólo pensaban ... en morder al enemigo aprovechando la atroz tragedia. Otros, sencillamente atacaban por buscar notoriedad o para no ser devorados y seguir aferrados a un miserable cargo. Varios de ellos eran carroñeros de la política. Había también tertulianos del espectáculo -muchos desde la perspectiva madrileña-, que se olvidaban entre dentelladas que las víctimas seguían luchando contra el fango. Muchas, con sus muertos por enterrar. Alguna, con su familiar aún desaparecido. Una realidad doliente que aún vive la provincia de Valencia. Una situación asoladora que choca con esa manada de cargos electos que deshumanizan la política y les alejan de la realidad. Quizá, porque en su jauría, no se dan cuenta de qué distantes están de esa sociedad a la que se deben. Esa ciudadanía que les arrebatará, cuando toque, lo que les dio.
Deberían comprender que, mientras ellos se preocupan por hacer rodar cabezas cuanto antes para sacar rédito electoral de la desgracia, la emergencia continúa. Deberían comprender, esos que se encadenan a sus puestos, que deberán saldar cuentas. Deberían comprender, los que elevaban el tono desde sus estrados sin un ápice de sensibilidad, que más allá de los suelos enmoquetados hay, en el horizonte, un paisaje devastado donde habita casi un millón de valencianos sumidos en el gris y el dolor. Negro y llantos.
Entiendan, hijos de la carroña, que permanecemos anclados en una tremenda pesadilla que asumimos no va a tener fin. Que levantarse, será complicado, porque todo son casas quebradas, calles convertidas en estercoleros, alcantarillados que supuran lodo, comercios mutilados, carreteras intransitables, niños sin patio... Vidas segadas y futuros cuarteados. Sepan, queridos lobos, que no estamos para las batallas dialécticas de aquellos que viven la desgracia como un pretexto para tumbar a otro. Comprendan que esta tierra no está para tacticismos y estrategias políticas que son auténticas apisonadoras sobre el dolor de un pueblo. Que esta tierra valenciana se tiene que levantar; que tiene, con los días, que volver a sentir alivio y resucitar su vitalidad. Porque su futuro debe volver a ser prometedor. Necesita serlo. Y tiene que hacerlo, reconstruirse, al tiempo que se depuran responsabilidades de lo ocurrido. En todas las direcciones. En todas las administraciones. Haciendo que caigan todos aquellos que erraron por bisoñez; que fueron irresponsables con intencionalidad espuria; que demostraron una incompetencia supina; que no supieron estar en su sitio, cuando debían; que miraron a otro lado, cuando había que asomarse de frente al abismo; que se parapetaron en el «esto no va conmigo», cuando la emergencia no sabía de burocracias, ni protocolos... porque hablábamos de víctimas…
Volver a levantarse es y será necesario. En lo material y en lo anímico. Aunque cada cosa lleve sus tiempos. Como los lleva el duelo. Y algunos clamaremos porque así sea. Porque no permitiremos que ese 29 de octubre caiga en el olvido. No permitiremos que las ayudas no lleguen, ni que la burocracia las asfixie. Que la insensibilidad lo arrase todo. Que los lobos de la política, que no lo son todos, deshonren a las víctimas. Que se enzarcen en sus broncas por el poder dando la espalda a la ciudadanía. No nos olvidaremos de lo pasado ni de nadie de los afectados. No lo haremos porque somos parte de esta tierra demolida y, en nuestra piel valenciana, permanece esa herida colectiva.
Exigiremos respuestas y responsabilidades hasta el final. Que nadie tenga duda. Lo haremos poniendo el foco en todos los ámbitos y sobre todos los responsables políticos. Exigiremos, más allá del cruce de acusaciones de unos a otros, luz sobre lo que ocurrió antes y lo que pasó después. Y lo haremos, yendo más allá de la comparecencia del presidente Carlos Mazón del viernes. Esa en la que se reconoció que «hubo errores» y anunció que no optará a la reelección si no es capaz de liderar la recuperación. Lo haremos porque esos errores que admite necesitan también culpables y que las culpas se paguen. Y habrá que señalarlos. A todos, en el Gobierno y en el Consell. Porque importa la verdad. Y también que se den soluciones urgentes a lo ocurrido. Necesitamos que se garantice la vuelta a la normalidad y que sea cuanto antes. Y que se analice qué hicimos mal durante estas últimas décadas para permitir construir donde no se debía; para permitir que las obras antirriadas no llegaran; para permitir que los ayuntamientos sigan sin sus planes de emergencias; para permitir que los protocolos de actuación sean un jeroglífico del que nadie puede sacar conclusiones… Y deberemos pedir que, llegar a ser conseller o ministro, no dependa más de las compensaciones políticas, cuotas o amiguismos que de la valía del ungido. Deberemos exigir que, quien asuma una responsabilidad, asimile que ello conlleva dejarse la piel por cumplirla. Porque sus decisiones tienen una transcendencia letal.
El rey Felipe dijo a los militares desplegados en Valencia: «cada uno debemos estar en su sitio». Él y la Reina no sólo lo estuvieron si no que dieron una lección de responsabilidad y humanidad, que no hemos visto en los políticos a los que elegimos. Ambos lograron, en medio del caos, sembrar la empatía mientras otros huían. Lograron estar con quien asumieron que debían estar. Su pueblo, al que se deben. Como cada uno de los gestores señalados, que deberían reflexionar si, ellos también, han actuado como las víctimas merecían. Mazón, Sánchez, Ribera, Padras, Bernabé, Morant... Todos deben hacer autocrítica, analizar qué hicieron y cómo. Y, con honestidad, pensar si deben seguir en la batalla o salir del escenario tras lo sucedido y cuándo deben dar ese paso. El paso de la dignidad. Cada uno desde su responsabilidad, deberá asumir esa decisión. Y si no, le deberá ayudar a hacerlo la propia Justicia. Pero tendrá que ser en el momento oportuno. Cuando el duelo, aunque permanezca latente en el poso de la memoria, se diluya con los días. Y, desde una nueva realidad adaptada a lo que la catástrofe nos ha dejado, podamos afrontar el futuro con coraje y esperanza. Lo haremos cuando cierre la herida. Porque, entiendan los que aúllan en el fango político, que en Valencia aún hay vecinos que se despiertan cada mañana llorando por la tragedia. Vecinos en duelo que ven, con espanto, manadas de lobos caminando por el barro en busca de carnaza.
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