En España lo desconocen porque aún no hemos sacado suficiente pecho, pero la Comunitat Valenciana es el epicentro del futuro de nuestro país. Y lo es, aunque suene a chovinismo radical, porque hay toda una cadena de motivos que lo avalan. Existe, eso sí, un ... escollo a la hora de materializar la afirmación: nosotros mismos. No es el gobierno central, ni nuestros gobernantes en la Comunitat o nuestra ciudad. Somos los propios valencianos. Y lo somos porque nos falta creernos que nuestro territorio -tres provincias ricas y diversas, dentro de un país de contrastes- tiene el porvenir más puntero de España. Sí, debemos creer en nuestras posibilidades y fortalezas. Y en nuestra gente: científicos, filósofos, cocineros, artistas, economistas, empresarios, deportistas… Profesionales que son valor añadido a nuestra marca.
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Debemos creer en nosotros y querernos para, a su vez, reivindicarnos y hacer que la región sea tratada en el conjunto de sus reivindicaciones como se merece. Porque nuestras urgencias, posiblemente más o, al menos, tanto como las de cualquier otro territorio, repercuten por completo en la totalidad del país. La ampliación del puerto -por fin desbloqueado- es un ejemplo de ello. Solucionar el problema del déficit hídrico, la ejecución de infraestructuras, dar facilidades al aterrizaje de inversiones extranjeras…. son cuestiones que afectan al bienestar de los valencianos, pero también del resto de ciudadanos españoles. Porque, el punto estratégico de nuestra Comunitat, bisagra geopolítica y económica de otros territorios, hace que lo que ocurra aquí influya directamente en toda la nación. Y ocurre, además, porque somos la segunda casa de muchos españoles, el destino soñado de muchos extranjeros y una tierra donde acogida y solidaridad resuenan con fuerza en nuestro ADN.
Las sinergias de nuestra autonomía con Madrid, con la que existen unas evidentes conexiones socioeconómicas, son estrechas y necesarias para ambos territorios. Igual que con Cataluña, a la que nos unen aspectos históricos, sociales, empresariales y culturales. E igual con nuestras regiones vecinas, con las del Sur o hasta con las islas, con las que compartimos intereses comunes. Murcia, Mallorca, Castilla-La Mancha, Andalucía...
La cita auspiciada por la Fundación Conexus en Madrid el pasado miércoles, más allá de un desembarco valenciano para aunar fuerzas con la capital, fue una demostración de que, si queremos, podemos hacer muchas cosas juntos. No con Madrid. Ni con el resto de autonomías. Hacer cosas juntos nosotros. Unidos bajo el paraguas de eso que llamamos sociedad civil, que nadie sabe distinguir bien quién la conforma y lidera, ni bajo qué organismos o entidades se esconde. Quizá porque siendo nosotros mismo sociedad civil, no lo sabemos. Y porque nos ha costado siempre dar un paso adelante en ese sentido al mantenerse atados a complejos territoriales y a egos personales. El acto que presidió Manuel Broseta, junto a los presidentes Carlos Mazón e Isabel Ayuso, demostró que, entidades muy diversas, somos capaces de trasladarse hasta la capital cuando toca para dar visibilidad a las necesidades y a las virtudes de esta tierra. Si esto mismo, lo llevamos a una escala superior, la fuerza que tenemos es tremenda. Lo hace AVE, como lobby, con el Corredor Mediterráneo. Pero lo hacen -a otro nivel menor pero con intensidad- entidades de toda índole: Juristes Valencians, Ateneo Mercantil, ADEIT, Fundación Bancaja, Club de Encuentro Manuel Broseta, Casa Caridad, Premis Jaume I, Fundación Trinidad Alfonso, Étnor… Y decenas más que hacen su labor, al margen de improntas ideológicas, en pro de la Comunitat. Siempre apostando, cada uno en su ámbito, por la unidad desde la generosidad y por la búsqueda de consensos. Entidades, instituciones, empresas, personas... que unidas pueden acabar generando un enorme glosario de esfuerzos a favor de la marca valenciana que la sitúe, de forma indeleble, en el mapa europeo. La sociedad civil valenciana convertida en un potentísimo altavoz que haga escuchar en el resto del país un potente: «¡Hola España, estamos aquí!». Algo que, para lograrlo, precisa de gente comprometida que abandere, con el diálogo, esta corriente reivindicativa y que sea la mejor embajadora de la efervescencia que vive Valencia, Alicante y Castellón. Profesionales que, con lealtad y generosidad, sigan trabajando -con más ahínco si cabe- por un futuro con acento valenciano. Personalidades como el mismo Manuel Broseta que, en la cumbre de Madrid asentó más su papel conciliador, haciendo honor al legado de su padre; personas integradoras como el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, que ha demostrado en su primer año en el cargo -y en toda su carrera eclesiástica- que es una persona sobre la que se puede apoyar las bases de la sensatez; intelectuales lúcidos como la catedrática de Ética Adela Cortina, que es sinónimo de coherencia y equilibrio, o valencianos reputados como Josep Vicent Boira, Manuel Valdés, Pablo Jarillo, Martín Queralt, Mavi Mestre, Carmen Calvo, Vicent Todolí, Ana Lluch, Manuel Vicent, Paco Roca, María Blasco, Avelino Corma, Nuria Lloret… que engrandecen la marca valenciana y a los que debemos pedirles que sigan dando pasos adelante para que sean el pegamento que necesita la sociedad civil valenciana y se conviertan en su imagen. Junto a ellos, en esa carrera por el futuro, estaremos nosotros también. Ahí nos encontrarán.
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Es domingo, 17 de diciembre. «Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida». Atinado, Woody Allen.
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