Añorado Valentino's

Los chicos y chicas que acudían al barrio del Carmen solían tener en su habitación un póster de Che Guevara, uno de Charlot, la Carta de los Derechos Humanos y la paloma blanca con las alas formando el puño cerrado, símbolo del P.S.P. Se consideraban progres y rebeldes, pero se enternecían cuando llegaba la hora del cierre y sonaba el disco de Edith Piaf, La Vie en rose:

«Quand il me prend dans ses bras, / Il me parle tout bas, / Je vois la vie en rose. / Il me dit des mots d'amour, / Des mots de tous les jour, / Et ça me fait quelque chose...»

Deseosos de vivir, de apurar hasta la madrugada, después de Valentino's, los jóvenes marchaban a los Tres Tigres Tristes, para escuchar jazz en el local que fue antiguo gimnasio instalado en un caserón.

Tiempo también en que surgían grupos deseosos de recuperar el folklore, las coplas olvidadas como la que popularizaron Pepet y Mari Carmen, divertida pareja que estudiaba Historia.

A veces hablaban de una Valencia embrujada, repleta de enamorados, peladillas, confeti y miel; una ciudad insólita donde no era difícil encontrar a San Vicente Ferrer, que se disponía a dar un sermón; sobre las buenas costumbres, también se podía descubrir al rey Don Jaime en majestuoso caballo, o al labrador inventor de la horchata, la más dulce y afrodisíaca de las bebidas, si se elaboraba con chufas de Alboraia. Noches que no se olvidan. Palabra...