Un camino espera

No tengas temor ante el camino que deberás recorrer. No quiero engañarte; no voy a decirte que es un trayecto hermoso y que conservarás siempre la fantasía de la infancia. Perdóname, pero no quiero idealizar para que después sufras.

No creas que dejarás de ser niño sin apenas darte cuenta, como tantas veces se repite; tendrás percepción del cambio y hasta es posible que en ese umbral tan lleno de dudas y de esperanza, cuando el acné salpique tus mejillas y tu voz se te antoje desconocida, sientas un miedo que a nadie confesarás.

Tú, tan pequeño, te harás hombre y soñarás que puedes conseguir cuanto te propongas. No sé la duración de esa etapa en que te mantenga la fe. Pero un día todo cambiará y tú, hombre, sentirás como si el mundo -no el de la tierra y las estrellas- si no tu mundo íntimo se destrozará e inútilmente tratarás de recomponer.

Serás ya un hombre como todos los que se han enfrentado a la verdad de la vida, que es una verdad contradictoria, la que inventamos cada mañana y al llegar la noche, la hemos perdido.

Serás un hombre lleno de renuncias, de propósitos, de fracasos, de ilusiones. Y caminarás entre todos sin que nadie te conozca, posiblemente porque te duela entregar tu intimidad ante el temor de la incomprensión.

Y así, con anhelos inalcanzables en un mar de dudas. Con tu amor dormido o palpitante. Vivirás como un hombre que tan pronto es nada, como es un hálito de Dios. Por todo lo que te espera; por las alegrías y las amarguras, me impones respeto y siento melancolía, no por el niño sino por ese hombre que serás.