Todas las santas eran bellas

Sapricio enloquecía, porque añadía a la nota de su hermosura, el encanto de una imaginación no exenta de coquetería, pero tuvo que convencerse de que Dorotea hablaba en serio, de modo que sintiéndose burlado ante el resto de los prefectos, ordenó que fuese torturada y certificara como testigo del hecho el notario Teófilo.

La comitiva salió del palacio, como siempre, atraída por el morbo de la muerte y la sangre, a lo que se sumaba el encanto de Dorotea a cuya figura esbelta coronaba una abundante melena de rizos.

¿Y qué sucedió? Lo acostumbrado en los momentos extremos: surgió una gran luz, aunque era por la mañana, y en medio un ángel con sus alas desplegadas que llevaba un canastillo con tres rosas y tres manzanas; se lo entregó a Dorotea a la vez que le indicaba: «Dáselo a Teófilo, y recuérdale que son del huerto celestial».

Dorotea saltaba de alegría, pero el pobre Teófilo sufrió un show que le obligó a caer arrodillado y a convertirse al cristianismo, así como algunos acompañantes.

Dorotea, tan especial, ha inspirado a numerosos pintores, tales como Francisco de Zurbarán -Museo de Bellas Artes de Sevilla- y Juan de Juanes -Museo de Bellas Artes de Valencia-, este último, cambió las manzanas por granadas..., no pensó en las naranjas.