Ni la chulería de los populares ni el pataleo de la oposición al grito de «dimissió, dimissió» solucionan nada. Ninguna de esas cosas ayuda a los mayores que no pueden bajar a la calle porque su ascensor está estropeado desde el 29 de octubre y ... el seguro no se hace cargo. O a quienes no pueden subir la persiana de su negocio porque los recursos públicos aún no han llegado. La bronca política solo ayuda a quienes se instalan en ella, sea el gobierno o la oposición. El primero, para sobrevivir a la riada; la segunda, para hacer caer al otro. Cualquier otra cosa son engañifas con las que nos quieren convencer de que los ciudadanos les importamos. A estas alturas, cuesta creerlo.

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Lo sucedido en Les Corts hace unos días es vergonzoso para quienes lo vemos desde fuera pero no para sus protagonistas, aunque se rasguen las vestiduras tras el pleno. Si de verdad les avergonzara no lo hubieran hecho. Si de verdad les avergüenza no lo volverán a hacer. Tic, tac, tic, tac. Algo me dice que lo veremos de nuevo y que ese grito, incluida la patada en el suelo, se repetirá como un mantra apotropaico. Compromís ha mordido la presa y no la soltará. Y no es que le falte razón. Lo que falta es altura de miras. Es cierto que la asunción de responsabilidad hasta ahora es frustrante por lo escasa e inoperante. Pero una convocatoria de elecciones no aceleraría los procesos de reconstrucción que necesitan los afectados. Al contrario. Quizás ralentizaría la toma de decisiones y la puesta en marcha de proyectos que quedarían en standby hasta la llegada del nuevo equipo.

Por eso, lo que urge en les Corts es inteligencia emocional y sentido práctico de las cosas. Ante las adversidades, hay dos modos de comportarse: por un lado el emocional, que se dedica a lamentar lo ocurrido de un modo improductivo, y por otro el práctico, que deja a un lado la emoción y empieza a tomar decisiones para salir del pozo en el que uno se encuentra. Éste es el más adecuado no solo para no caer en la desesperación sino también para aprovechar tiempo y recursos con los que avanzar. Para lograrlo hay que tener muy embridada la emoción de forma que no entorpezca la acción. Eso, que en las personas cuesta, por el peso de lo irracional, es inexistente en las instituciones. De ahí que sea tan interesante aplicar el sentido práctico de las cosas. Traducido significa ponerse a trabajar para ir resolviendo problemas y marcando con 'tick' cada tarea finalizada. Tiempo habrá de exigir cabezas. Ahora lo que urge es que ésas se pongan a funcionar y la oposición, a supervisar que cumplen lo prometido.

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